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SCss1553347 · 26-30, F
Porque mientras ella estuviera viva, aquella sería su maldición. Porque el mundo no está hecho de finales felices, y lo más hermoso no duraba más que un segundo.
No importaba cuánto lo intentara.
Haru estaba muerto. Y consigo, no se había llevado sólo su alma, sino la de la bruja.
—Eres tan egoísta, Haru-kun… —Murmuró, con la voz frágil y quebradiza.
Dejando ir la única cosa valiosa que quedaba en su vida.
No importaba cuánto lo intentara.
Haru estaba muerto. Y consigo, no se había llevado sólo su alma, sino la de la bruja.
—Eres tan egoísta, Haru-kun… —Murmuró, con la voz frágil y quebradiza.
Dejando ir la única cosa valiosa que quedaba en su vida.
SCss1553347 · 26-30, F
“Forever… is a long time.”
De rodillas ante la pila de fotografías instantáneas, con el cabello en el rostro y las manos ensangrentadas aferradas a la tela, Stella se encontró a si misma haciendo algo que nunca creyó posible.
“But…”
Porque la magia existía, sí. Pero los milagros no.
Deseó. Deseó con todas sus fuerzas, con cada pedazo de su ser, cada recuerdo frente a ella, y cada rastro del fantasma de su hilo rojo desvaneciéndose con el paso de los segundos.
“I wouldn’t mind spending it by your side.”
Pero nada sucedió. {...}
De rodillas ante la pila de fotografías instantáneas, con el cabello en el rostro y las manos ensangrentadas aferradas a la tela, Stella se encontró a si misma haciendo algo que nunca creyó posible.
“But…”
Porque la magia existía, sí. Pero los milagros no.
Deseó. Deseó con todas sus fuerzas, con cada pedazo de su ser, cada recuerdo frente a ella, y cada rastro del fantasma de su hilo rojo desvaneciéndose con el paso de los segundos.
“I wouldn’t mind spending it by your side.”
Pero nada sucedió. {...}
SCss1553347 · 26-30, F
corazón.
Y los fragmentos de vidrio, que cayeron al suelo impregnados de su sangre escarlata, era la visión más cercana que tenía de ella misma.
Porque había sido tan estúpida de creer que esta vez sería diferente. Que el tiempo se detendría, que no tendría que preocuparse por la factura que pasaba la vida. Porque se permitió amar sin temores, sin resentimientos. Porque mientras veía aquella foto donde Haru se veía adulto y ella seguía luciendo joven, lo único que podía recordar era lo estúpida que había sido de pensar que eso podría durar para siempre.
Pero no podía estar enojada.
No con él, ni con ella misma. Porque dolía como el infierno y se sentía como si algo dentro de ella hubiera muerto. Pero había sido feliz. Había reído, había hecho cosas nuevas, había conocido a alguien excepcional y se habían besado, se habían sujetado el uno al otro. Había tenido la suerte de enamorarse de alguien que la amaba de regreso. {...}
Y los fragmentos de vidrio, que cayeron al suelo impregnados de su sangre escarlata, era la visión más cercana que tenía de ella misma.
Porque había sido tan estúpida de creer que esta vez sería diferente. Que el tiempo se detendría, que no tendría que preocuparse por la factura que pasaba la vida. Porque se permitió amar sin temores, sin resentimientos. Porque mientras veía aquella foto donde Haru se veía adulto y ella seguía luciendo joven, lo único que podía recordar era lo estúpida que había sido de pensar que eso podría durar para siempre.
Pero no podía estar enojada.
No con él, ni con ella misma. Porque dolía como el infierno y se sentía como si algo dentro de ella hubiera muerto. Pero había sido feliz. Había reído, había hecho cosas nuevas, había conocido a alguien excepcional y se habían besado, se habían sujetado el uno al otro. Había tenido la suerte de enamorarse de alguien que la amaba de regreso. {...}
SCss1553347 · 26-30, F
de lo que en realidad era.
No pudo calmarse del todo antes de recoger otra fotografía. Él, con su preciada katana, mirándola con esa expresión que sólo él sabía hacer y con los cabellos revueltos al viento en una “selfie” que ella intentó tomarle desprevenida. Sus dedos se deslizaron sobre el papel, acariciando su rostro, tocando su cabello. Y no había nada que ella deseara más en esta vida que volver a juguetear con él. Que hacerlo reír, que molestarlo con magia.
No había nada que quisiera más que un último beso, que una despedida.
Los recuerdos se acumularon en su cabeza, y por primera vez en años, Stella tuvo que gritar.
Porque para alguien que había mantenido sus sentimientos a raya por tanto tiempo, aquel era un punto límite. Y gritó, gritó, gritó. Y le dolió la garganta, y sentía que su pecho ardía, que sus palmas dolían y sangraban mientras apretaba los puños. Y golpeó el espejo que había en su habitación, porque no encontró otra manera de expresar cómo se sentía
No pudo calmarse del todo antes de recoger otra fotografía. Él, con su preciada katana, mirándola con esa expresión que sólo él sabía hacer y con los cabellos revueltos al viento en una “selfie” que ella intentó tomarle desprevenida. Sus dedos se deslizaron sobre el papel, acariciando su rostro, tocando su cabello. Y no había nada que ella deseara más en esta vida que volver a juguetear con él. Que hacerlo reír, que molestarlo con magia.
No había nada que quisiera más que un último beso, que una despedida.
Los recuerdos se acumularon en su cabeza, y por primera vez en años, Stella tuvo que gritar.
Porque para alguien que había mantenido sus sentimientos a raya por tanto tiempo, aquel era un punto límite. Y gritó, gritó, gritó. Y le dolió la garganta, y sentía que su pecho ardía, que sus palmas dolían y sangraban mientras apretaba los puños. Y golpeó el espejo que había en su habitación, porque no encontró otra manera de expresar cómo se sentía
SCss1553347 · 26-30, F
Se veían felices, tranquilos. Un momento exacto y efímero de felicidad mientras veían el paisaje y disfrutaban la cultura. Reían, se besaban, ella se burlaría de algo que él dijera, y viceversa. Él era joven, inexperto. Ella pretendía serlo.
Y estaban enamorados. Y era tonto, y era masoquismo, y ambos lo sabían. Pero eran felices y eso era lo importante.
Stella se aferró a la fotografía con tanta fuerza que por unos segundos temió romperla, soltándola y dejándola escapar de sus dedos a las sábanas blancas. ¿Cómo había caído a ese punto? Ella sabía las reglas, sabía lo que significaba. ¿Por qué se había dejado guiar ciegamente hasta él, por el invisible y casi absurdo hilo rojo que unía sus corazones? Se llevó la mano al pecho, sobrecogida con las emociones y el dolor que sentía en aquella cavidad que por tanto tiempo consideró un espacio vacío. El vestido negro, arrugado entre sus dedos y humedecido con las lágrimas que resbalaban de sus mejillas se sentía mucho más pesado {...
Y estaban enamorados. Y era tonto, y era masoquismo, y ambos lo sabían. Pero eran felices y eso era lo importante.
Stella se aferró a la fotografía con tanta fuerza que por unos segundos temió romperla, soltándola y dejándola escapar de sus dedos a las sábanas blancas. ¿Cómo había caído a ese punto? Ella sabía las reglas, sabía lo que significaba. ¿Por qué se había dejado guiar ciegamente hasta él, por el invisible y casi absurdo hilo rojo que unía sus corazones? Se llevó la mano al pecho, sobrecogida con las emociones y el dolor que sentía en aquella cavidad que por tanto tiempo consideró un espacio vacío. El vestido negro, arrugado entre sus dedos y humedecido con las lágrimas que resbalaban de sus mejillas se sentía mucho más pesado {...
SCss1553347 · 26-30, F
Que cosa tan preciada son las fotografías. Recuerdos, memorias valiosas. Una pila de instantáneas descansaba sobre la desordenada cama de la bruja, que había bajado cajas y cajas llenas con álbumes de fotos y había sacada cada una de ellas con sumo cuidado, dejándolas sin mucha precaución de que se desordenaran. Reconocía todas las fotografías individualmente, y no había manera de que las confundiera. Si algo tenía ella que consideraba una terrible maldición, era su excelente memoria.
Y allí le estaba jugando una mala pasada, mientras levantaba con sus manos temblorosas una foto de aquel azabache que en algún momento le había parecido nada más que un joven curioso y misterioso. Nada más que algo con qué entretenerse. En la foto, ambos sonreían mientras sostenían un par de luces de bengala, en un festival chino al que decidieron ir casi a último momento. Fuegos artificiales detrás de ellos, y los cabellos alborotados y blancos de la mujer descansando sobre el hombro ajeno. {...}
Y allí le estaba jugando una mala pasada, mientras levantaba con sus manos temblorosas una foto de aquel azabache que en algún momento le había parecido nada más que un joven curioso y misterioso. Nada más que algo con qué entretenerse. En la foto, ambos sonreían mientras sostenían un par de luces de bengala, en un festival chino al que decidieron ir casi a último momento. Fuegos artificiales detrás de ellos, y los cabellos alborotados y blancos de la mujer descansando sobre el hombro ajeno. {...}
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