— Un buen amigo, ya veo. ¿Te da los mejores consejos cuando son necesarios? —sonríe ladina, y sin pensarselo dos veces, inicia una breve caminata hacia el Hijo de Kryptón.

No le toma más de unos cuantos segundos posicionarse a su costado y tomar asiento, con la mirada al frente —. Y seguro que permanecerá así siempre.

A un buen amigo. Algún día de estos te lo presentaré. —Volteó a verla desde su sitio, en el tope de una colina, sentado sobre el pasto.—

Gracias por decirme eso.

—Le indicó el sitio contiguo, palmeando el pasto.— Tengo un corazón de acero.

Me pregunto a quién.

Yo sé, no me consta ya que jamás he sido testigo más que de tu buen corazón.

Acabas de recordarme a alguien.

Y descuida, puedo controlar mi ira. Puedo enfocar bien mis objetivos, todo está bien, señorita Asgardiana.

No los has atacado con la intención de causarles daño sin motivo, no. Me preocupa lo que eso conlleve, más bien.

Estás siendo una heroína sin darte cuenta. Pero, ¿eso me convierte en el villano?

Es un favor que les hago, los estoy salvando. ¿Cuenta?

Nada puede acabar bien.

Pero tú diciéndolo, no sé porqué me causa algo de gracia.

No lo hagan enojar, por favor.