En cuanto lo vio chocar contra el refrigerador, la pelirroja retrocedió hasta que su cuerpo chocara contra una silla, sobre la cual se dejó caer. Aferró ambas manos a su cabeza y apoyó ambos codos sobre la mesa.

— ¡Deja de pedir perdón por todo! —por su no hubiera sido suficiente con empujarlo, al verlo tomar su reproductor de música, ella cogió un par de calcetines hechos bola y los arrojó con todas sus fuerzas hacia la pared. Estaba histérica por un simple comentario, por algo que ella misma había provocado.


Una vez que el muchacho salió disparado hacia su habitación, la piloto se soltó a llorar. Sentía remordimiento, y se odiaba a sí misma por sentirlo. Subió ambos pies a la silla y abrazó sus rodillas flexionadas sin poder contener más el llanto. Hundía las uñas en la carne de sus muslos, las hundía con tanta fuerza como para quebrárselas o hacerse sangrar.

Culpa, vergüenza, ira. Se odiaba a sí misma incluso más que a él. Sólo quería desaparecer.