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26-30, F
Rol OC y AU. | No lemon, no partner.
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RynGreenwood1564298 · 26-30, M
Fuego cruzado.


Habían pasado ya seis semanas desde su huida, y Ryan no podía estar más desesperado: la soledad era una bomba de tiempo para la locura y la vocecilla en su cabeza que siempre estaba bajo control, parecía ahora obedecer al libro maldito cuyas páginas heladas se ocultaban en el maletín que cargaba consigo a todos lados; no sabía si era por su incapacidad de alejarse de él, o por su temor a que cayera en manos equivocadas.

La guerra abierta comenzó en toda Europa, y la Orden parecía perder su domino en las Comarcas de hechiceros apostadas en los campos, lejos de las ciudades. No obstante, las grandes ciudades aún parecían estar bajo el yugo impasible del Señor Regente: Vincent DiVois. Los engranes de las máquinas que alimentaban de electricidad a las calles seguían girando con normalidad día y noche, Londres permanecía bajo el domo del negro humo de carbón, que salía de las inmensas chimeneas de fábricas y hogares, y el toque de queda aún se mantenía sin excepción. Lo único que parecía indicar que en el exterior de las fronteras había un cáos, eran las cada vez más frecuentes patrullas de Caballeros Negros, la "policía" mágica. Se apostaban en las esquinas y sobretodo en las azoteas y tejados, mantenían su ojo avizor apuntando a las calles y al tanto de todas las actividades de hechiceros y encantadores que osaran andar en público, evitando que el don fuese visto por quienes no debían. También mantenían los sentidos alerta buscando a los prófugos como el Invocador Prodigio, pegando carteles con su rostro en cada muro que fuese posible. Ryan, por su parte, se mantenía oculto en las sombras y procuraba andar sólo por los callejones más oscuros y estrechos, con la cabeza cubierta por la capucha de su túnica y el rostro con una máscara negra, que también fungía como bufanda ante el frío que se cernía encima toda la temporada.

Aquella tarde, con el crepúsculo revistiendo la loseta y el adoquín con sus colores, se dispuso a cambiar de refugio como cada tercer día, mientras decidía qué papel desempeñaría en aquella revolución. Se dirigió a la taberna local, imprimiendo especial cuidado en no ser visto ni con el rabillo de un ojo. La gente parecía no estar al tanto de lo que se avecinaba: las mentes que manejaban su mundo habían sido amenazadas de muerte y todo estaba por cambiar, para bien o para mal, y el ciudadano de a pie no pestañeaba, mientras se le permitiera seguir trabajando en las minas, en las fábricas y en las empresas, mientras las estaciones de radio siguieran sonando a nadie le importaba quién las manipulaba. Pero él sabía la verdad, él y otros poco dichosos que figuraban en el censo de Magos de la Orden. Los demás hechiceros comenzaban a abandonar Londres, y por lo que sabía, también el resto de las grandes ciudades. Las comarcas parecían más seguras a pesar de permanecer en disputa militar entre los Rebeldes y los Clanes de Magia, ¿qué tan grave era el augurio si preferían abandonar la seguridad de sus hogares para ir a pueblos en guerra? Algo no cuadraba, y Ryan, fiel a su mente perspicaz, estaba dispuesto a saber qué noticias había desde su salida de la mansión de Ravennest.

Se sentó en la barra, pidió un trago y afianzó la cobertura que el guante de piel ofrecía a su mano de cristal, pues, debía evitar ser reconocido a toda costa, y nada podría llamar más la atención que una extremidad hecha de hielo que se movía como si fuese una porción más de piel. Pidió un vaso de la bebida más fuerte que tuviesen en el lugar y encendió un cigarrillo, esperando por escuchar alguna conversación o un susurro que le guiara por el camino de la verdad sobre lo que acontecía en el reino de la magia.
 
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