« Back to Album
[ f l a s h b a c k ] — Puerto Wayan.
Con Halitreia.
 
Newest First | Oldest First
S1564337 · 26-30, F
Ella sabía que no debía hacerlo. Podía verlo en la mirada del dueño, lo ansioso que estaba por el resultado de su travesía. Pero debía hacerlo. Así que tomó la copa y la llevó a sus labios, bebiendo el líquido de un solo trago. Grave error.

Y somos tan malos como un huracán, todos brindando yo-ho. Yo-ho, yo-ho, ¡Piratas siempre ser! —Bailaba sobre las mesas con la botella en una de sus manos. Su voz era tan ronca y distorsionada, tan acostumbrada a no usarla, que ni siquiera se notaba por el efecto del alcohol. Y la pelinegra, con el cabello alborotado, se convirtió en el centro de atención con todos los clientes riéndose y bailando a su alrededor.
S1564337 · 26-30, F
... su mano sobre la boca del vidrio para que Salander no pudiese quitárselo. — Las mujeres guapas como tú, o beben en compañía de sus parejas, o se deleitan con líquidos más saludables y finos. No quieres probar la cerveza. Déjame ilustrarte.

La pelinegra sonrió, entretenida con el despliegue de caballerosidad, y apoyó sus codos sobre la madera, fingiendo que prestaba atención. El rubio colocó el tarro debajo de la boquilla del barril y optó por un vaso más pequeño con forma de copa que llenó con el líquido de una botella extraña. La general lo reconoció como el licor de contrabando que había visto en uno de los botes, horas atrás cuando se metió a uno de ellos para revisar los paquetes. Deslizó la copa hasta las manos femeninas, acariciando una de ellas antes de volverse a alejar. — Pruébalo. — Murmuró.
S1564337 · 26-30, F
Empujó las puertas con fuerza haciendo que la madera se agitara y anunciara su entrada. Dentro habían montones de personas que ya estaban entonadas y otro tanto que buscaban la redención en el alcohol. Salander observó con curiosidad a las personas, divirtiéndose con las facciones y actitudes de unos; incluso aquellos que eran desagradables. Caminó dentro, haciendo ruido con las botas cuando agitaban los tablones de madera. No se detuvo hasta que llegó a la barra donde el dueño servía los tragos y en el mismo lugar en el que un grupo de hombres cantaban y reían, sobre alguna aventura que habían vivido. Los ojos le brillaron. Piratas. ¿Buscaban pistas para su siguiente tesoro o sólo estaban de paso en el puerto?

Se sentó frente a la barra, tomando un tarro vacío al estirar su mano, de debajo del pequeño mostrador. — ¡Preciosa, no puedes hacer eso! Tienes que pedírmelo. — El hombre rubio, alto y con un ojo entrecerrado, se acercó rápidamente, sonriéndole con galantería. Colocó

Add a comment...
 
Send Comment