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SsS1577545 · M
Merle aseguraba que había perdido la capacidad de sentir algo que no fuese la penitencia de la melancolía; empero, cuando su mirada se cruzó con la contraria, el estómago se le revolvió con fuerza y una sensación de vacío le recorrió el pecho sin explicación alguna. A ojos de Merle la desconocida parecía una simple chica pelirroja proveniente del pueblo pero, ¿por qué tenía la sensación de que había algo más en ella? Algo tan misterioso como él mismo. ¿Podría ser que...?

—Mi nombre es Merle —empezó a decir, torciendo el gesto por el disgusto pasado. De nada valía mentir y tratar de esconder su verdadera identidad, porque cualquiera que supiera un poco de las historias que contaban los bardos, reconocerían la inusual apariencia del joven en donde quiera que fuese—, ¿quién eres tú? —eso era lo importante y lo que alimentaba la chispa de la esperanza en los ojos del joven. ¿Al fin habían sido escuchadas sus súplicas y un reemplazo terminaría lo que él no pudo?
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unos segundos, tropezando con una de las ramas del nuevo lugar hasta caer sobre un arbusto, sobre su espalda. Soltó un quejido, pero ya estaba acostumbrada; tenía muy mala suerte. Afortunadamente, sus pies seguían aplastando la gabardina.

— ¿Por qué estás...? —de nuevo se quedó callada. Los ojos azules de la pelirroja lo miraron atentamente, reconociendo las marcas. Algo en su corazón se agitó y no de una forma positiva. Volvió a apretar su puño, enterrando las uñas en su piel. ¿Por qué aquél chico se parecía tanto a su hermano perdido? — ¿Quién eres?
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Pidió una apresurada disculpa deshaciéndose con halagos y su acostumbrada verborrea tímida; incluyendo el levantar sus manos y sacudirlas frente al rostro del niño mientras intentaba explicarle lo mucho que lo lamentaba, sin darse cuenta de que llamaba la atención de las personas que pasaban por ahí. Omitió el hecho de que le ofendió en sobremanera que no conociera a Merlín. ¡Era el mago más poderoso que existió alguna vez! Si es que lo hizo... claro. ¿Lo hizo? Súbitamente, la mente de Sally viajó a los libros que había leído sobre el pueblo británico e intentó reprenderse a sí misma y controlarse cuando los dedos comenzaron a hacerle cosquillas, síntoma inicial de un viaje. Apretó las manos, tranquilizándose y callándose, viendo al chico que tenía una terrible mirada homicida. Sólo le sonrió por cortesía, simulando los mecanismos de supervivencia de un bebé — Lo siento de nuev-... —no pudo terminar. La bomba explotó, absorbiéndolos en una nube extraña y tóxica que la hizo toser por un
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La gente empezaba a juntarse a su alrededor y pronto fue muy tarde para encontrar una salida fácil entre el tumulto. Merle gruñó por lo bajo y extrajo del bolsillo de su pantalón una bomba de teletransportación que cargaba consigo por mera precaución; -bendita costumbre de no salir de casa sin ella- tuvo que explotarla contra el suelo y la chica fue cubierta con el humo también, desapareciendo ambos y reapareciendo segundos después entre los árboles del bosque.

—¡Ahora no podré volver a ese pueblo y era el más cercano de mi posición! —se quejó, totalmente ajeno de la pelirroja que seguía sobre su gabardina. El nuevo tirón cuando intentó dar un paso reveló su rostro al bajarle la capucha. Cabello azabache, ojos azules profundos y marcas cerca de los ojos; podría pasar desapercibido como un aldeano más si no fuese por el brillo inusual en sus pupilas que lo distinguía del resto como el héroe invocado por la Diosa.
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Asintió con la cabeza en cuanto ella se disculpó y esperó con cierta impaciencia a que liberara el largo de su gabardina de aquel pisotón, pero la llegada de la "liberación" se postergó cuando sintió el nuevo tirón del segundo paso femenino. —Oye... —antes de que pudiera terminar de quejarse ella empezó a hablar -más fuerte de lo que hubiera querido- y lo llamó "Merlín". ¿Quién era ese tal Merlín? Merle desconocía el nombre, pero era un infortunio que fuese tan similar al propio y que la gente empezara a verlos con duda mientras murmuraban su nombre— Te equivocas, yo no... Mierda.
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De algún modo se le hacía familiar el rostro. Inocente —tal vez demasiado tonta—, se acercó, pisando de nuevo la tela con el otro pie, hasta quedar más cerca. Sus naranjas cejas se acercaron mientras estudiaba su rostro. — ¡Yo te conozco! ¡Eres Merlín! — Gritó, emocionada. Miró a su alrededor, dándose cuenta de que muchas personas les miraban; ambos contrastaban por sus ropas. Mierda.
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Se maldecía a sí misma en el momento en que decidió usar aquel traje tan revelador. Pero no había nada más, la tienda de disfraces ofertaba uniformes japoneses y trajes de colsplay donados a la caridad. Todo su rostro estaba encendido y rojizo, casi tanto como su cabello, al revelar más piel de la necesaria mientras caminaba por aquella avenida odiando el momento en que cerró los ojos, estornudó y cayó en aquél mundo de fantasía; todo mientras veía televisión.

Agachó la cabeza para ocultar su rostro y su pelirrojo cabello, sosteniendo la placa de imitación metálica contra su torso y rogando porque no se cayera ya que le quedaba demasiado grande, hasta que una fuerza desconocida la atrajo hacia atrás y la pelirroja se vio obligada a girar su cuerpo, siguiendo la voz.

Era un hombre. Oculto en una oscura gabardina. Apretó los labios al verlo, sintiendo envidia. ¿Por qué no pensó en una gabardina en lugar de un traje de guerrera? — ¿Ah? ¡Ah! ¡Lo siento! —no quitó el pie. De algún mo
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Con la capucha de su gabardina puesta y la mirada gacha, Merle cruzó las puertas de la ciudadela. Usualmente no salía de su sitio dentro del bosque pero se estaba quedando sin tinta y las plumas que tenía comenzaban a doblarse en la punta, así que debía comprar nuevo material para sus estudios; la rutina en esas salidas era simple: no detenerse ante nada, no hablar con nadie y ser rápido, y siempre daba resultados positivos. Exceptuando claro esa vez en particular.

—Carajo... —farfulló cuando el largo de su gabardina fue pisado por una mujer pelirroja y le impedía seguir andando—Disculpa, tu pie. —intentó hacer sonar su voz más ronca de lo normal; por suerte se había dado cuenta rápido de aquello o seguramente la prenda habría caído y su rostro de habría revelado al público.

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