Tal vez fue por eso que un día tomó sus cosas y decidió irse, dejando atrás a aquellas personas y a su primer y único amor: Ivar. Aquel chiquillo de cabellos necios y sonrisa torcida que juraba amar a Dana hasta el final de sus días y que, tras irse ella, prometió que esperaría por su regreso.

Años más tarde ella se enteraría de la muerte de sus padres y de la del mismo Ivar por medio de una canción titulada "Letter to Dana". Dando por hecho que su historia había sido contada a alguna banda consagrada a su género. Sufriendo el dolor de la triple pérdida y enterrando en Ivar el sentimiento humano más bello y puro que prometió jamás volver a sentir.

"Dana O'Hara, oh Dana my dear. How I wish that my Dana was here."

Aún con su vida de nómada, Dana - como todos - nació y creció en un lugar en concreto, siendo este nada más y nada menos que la hermosa Escandinavia. Creció junto a una familia de recursos muy escasos que al encontrarla abandonada cuando apenas tenía meses de nacida decidió hacerla pasar por propia; cualquiera pensaría que la benevolencia de aquella pareja era inmensa, sin embargo el acto distaba bastante de ser una muestra de amor humano. Más bien era algo que se vieron obligados a hacer impulsados por su religión.

Dana creció siendo incontrolable, rebelde y vivaz. Día sí y día también era castigada por sus padres adoptivos que a veces ya no sabían qué hacer con ella y la dejaban encerrada en un ático sin comida ni bebida. Su condición muchas veces era deplorable pero todo era para cumplir con la gracia de Dios y limpiar su cuerpo y alma de todo pecado.