Estuvo toda una madrugada viendo los recuerdos que en su fortaleza había guardado celosamente. A cada suspiro iba volviendo a la realidad entre la soledad que daba la oscuridad de tan tenebroso lugar. Un último recuerdo le hizo salir del castillo a paso calmo para encontrarse con la luna, aquella que brillaba como su más preciado recuerdo; Él.
Entre sus nudillos acarició el anillo que le había dado hace ya tiempo, lo último que le dejó antes de irse. La vida de la guerrera se había ido con él. Esperaría a otra invocación, su llegada.