—Aún no puedo creer que él me haya puesto en esta situación...— murmuró una joven rubia bajo la luz de la luna. El aire frío de la noche acariciaba su larga cabellera, meciéndola con gracia mientras residía en lo más alto de un edificio abandonado. ¿Que si era peligroso? Sí, lo era, pero era también el mejor lugar para deleitarse con la belleza de la luna... Y con ello, también resultaba ideal para pensar y reflexionar.
Aquel astro plateado se reflejaba en los iris de la muchacha, envolviéndola en un tipo de trance con el que buscaba encontrar respuestas. Tonto, ¿no? Pero para ella, la luna era mucho más especial que para todos los demás y tal vez la razón residía en lo que alguna vez le fue dicho por su difunto padre. Su padre... Aún no entendía cómo era que su padre hubiera sido el causante de lo que en aquellos momentos ocurría.
