*Dicen que murió. Se le paró el corazón y no respiraba, empezó a habitar el aire y el silencio; a los ojos del mundo estaba muerta de verdad. Unos dicen que se fue tres minutos, otros que cuatro; “la muerte es ante todo cuestión de opinión’’ Pensó ella. Llamándose Iris, debería haberlo visto venir, pero quiso creer que, por una vez, no tendría lugar la misma lamentable tragedia de siempre, que esta vez sería diferente y que su vida jamás volvería a verse interrumpido por sombríos siglos de confinamiento y muerte. Pero no se puede engañar al “Rhan”. Así que se transformó, como le correspondía, cuando se acabó la vida, y volvió a caer en el pozo de la creación.
En una región impura, donde si aparecen visitantes las almas reconstruyen sus despojos, reúnen sus restos y se levantan, obstaculizándole el paso a sus transeúntes. El peligro principal es que la niebla reinante esconde un sutil puente de piedra bajo el cual hay un barranco lleno de rocas puntiagudas en el interior de la pradera. En realidad, estos antiguos caballeros (ahora esqueletos) se desviaron del camino y cayeron sobre las estalactitas de un barranco, atacaran a los inesperados para que se reúna con ellos en la muerte. Quizás los celos hayan crecido en ellos al ver a otros humanos imprudentes, pero aun vivos, que se aventuran por el mismo camino, por ello intentan disuadirlos y reúnen sus osamentas, vestidos con las corazas de sus antiguas armaduras dañadas, con el único objetivo de combatir al recién llegado y a su turno hacerlo caer a su vez por el precipicio, para que se una a sus filas en este lugar macabro, agrandando así un poco más el mito de los fantasmas de los caballeros que descansan. Lo que en realidad buscan es conseguir que se alejen del lugar, pues guardan un secreto intacto tras las ruinas de un templo, cerca del bosque.
Tras aquel manto de niebla y hielo que cubre la entrada al bosque, se encontraba una región pura, libre de maldad y crueldad, en ella se hallaba una joven de blanquinos cabellos recostada en el suelo, su piel blanca se perdía entre la nieve del suelo, resaltaba su vestido rosado, entallando su esbelto cuerpo y dejando ''volados'' al terminar su cadera. Ella estaba en el horizonte azul, entre el cielo y la Tierra. En su mente los días no cambiaban, y cada noche soñaba el mismo sueño, aquel que traía recuerdos terribles, y un dolor inmenso en su pecho. El olor de las flores silvestres, el grito que nadie escuchó. El sonido del latir de su corazón, como un martillo contra el clavo, cada vez resuena más fuerte e implacable, nada los calla, nada los ahoga. Las voces de los muertos, las oye cada noche llamando, quiere seguirlas, para encontrar una salida. Una luz brillando, la ciega. Abre sus ojos, solo fue un sueño.
Arriba, no hay más que una hermosa luz, del lugar donde viene y al que volverá cuando salga de aquí, ese tenue brillo traspasa las hojas cristalizadas de los árboles, todo brilla cual diamantes. Su rostro muestra su sonrisa al sentir los ligeros rayos del sol calentar su piel. De pie, regresando por aquel sendero con el viento en su contra, este mismo despejaba su rostro, al igual que los orbes cielo que miraban con esperanza el camino. Continúo sin detenerse, esperando olvidar. Tomo tiempo, pero llegó al final del camino. Luego de tanto. Al fondo del paisaje, logro percibir aquella figura acercarse. Se detuvo, observándola de lejos, la curiosidad la había asaltado nuevamente "¿Quién será?" se preguntaba una y otra vez, sin moverse, sin inmutarse. Pronto su curiosidad se vería saciada. Respondió, sin hacer caso al cosmos que aquel ser emanaba.*
Solo paseo, me gusta hacer eso, aun que no crei que un caballero atheniense le importara el santuario lunar.~
-pasos metalikos se escuchan desde lejos k ban aserkandose al joven caballero llego asta el con mis ojos cerrados y le respondo- soy la amazona de virgo iris de virgo y puedo saber kien eres tu?
