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RsS1583505 · 26-30, M
Quizá no lo diría en voz alta —al menos no en ese preciso momento en que su boca se ocupaba de tareas más importantes—, pero oírla gemir fue un placer tan enorme para él, que esos deliciosos quejidos bastaron para hacerlo estremecer e incentivarlo en su tarea de seguir provocando la humedad, los deseos de Tifa.

Pero la oyó lanzar esa pregunta ingenua, y una breve risa subió a su garganta, haciéndolo detenerse; no sin antes dar una lamida tan traviesa como prolongada al pezón, antes de alzar la mirada y declarar con tanta seguridad como orgullo: —Que nos escuchen. Así sabrán que eres mía.

No obstante su deseo de continuar mimando los senos, ella se le adelantó, despreciando su respuesta y buscando ahogar los jadeos que él le arrancaba al besarlo una vez más; cosa que, a pesar de causarle cierta gracia merced al pudor que implicaba, resolvió concederle de buen grado, uniéndose a ella una vez más para devorarle los labios. Claro, eso no evitaría su empeño en [...]
 
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