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RsS1583505 · 26-30, M
[...] que no tardó en recibir merecidas atenciones: su lengua asomó, dibujando la corona con lentas, enloquecedoras caricias, antes de decidirse a absorber la cúspide entre sus labios, succionándola con un deleite apenas comparable al que sintió al comprobar que era capaz de dominar a aquella mujer.

Pero si ese era su objetivo, por supuesto que no podría conformarse con eso: aún tenía una mano libre, y ninguna razón para desaprovecharla. Así, aprovechando la postura, la dejó vagar una vez más por el muslo, pero sin la calma de antes: esta vez corrió libre, alcanzando la entrepierna con emocionante descaro, para tocar por encima de la ropa interior. Dibujar los pliegues a través de la tela fue un placer que logró coordinar a la perfección con el andar de su boca, reconociéndolos a ciegas, imaginándolos y enloqueciendo con ello; hasta que por fino se dedicó, con los dedos medio y anular, a provocar más de esa humedad que tanto lo complacía, usando la [...]
 
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