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RsS1583505 · 26-30, M
Que Tifa se interrumpiera en la tarea de desnudarlo le hizo saber lo bien que él hacía su trabajo. Como por ensalmo, la arrojada chica se convirtió en una dócil, avergonzada gatita, dejándose hacer mientras parecía ofrecer sus curvas generosas a las manos de Rufus, quien, ni tardo ni perezoso, habría de tomar aquella oferta al vuelo.

Con el pantalón a medias y su erección aún parcialmente aprisionada, el varón se inclinó sobre la indecisa joven, decidido a retomar la iniciativa y conservarla de una vez por todas. —Claro. Muero por tomarte. —Admitió sin el menor reparo; sin mencionar —quizá por juego, quizá por algún resabio de cortesía— que a ella la veía igual o peor. Se lo decían la tela abultada en la zona de los pezones; la humedad traicionera que no podría disimularse demasiado en las níveas bragas; y, sobre todo, el dulce, traicionero carmín en los pómulos, que la mano de la joven no logró ocultar en absoluto.
 
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