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RsL1574861 · M
— ¿Segunda guerra mundial? —Rápidamente la duda se reflejó en su ceño que se frunció, porque se sintió incomprendido e incluso un poco perdido en el proceso.— ¿Hubo una guerra mundial antes de esa? ¿Por qué? —Realmente no entendía cómo el mundo había podido pelear con algo, debía ser suficiente con las pequeñas guerras por territorio como para que alguien quisiera aún más. Sujetó el bolso de las compras cuando el encargado terminó de empaquetar y ella se hizo responsable del pago, porque le parecía ya de por sí raro usar tarjetas como para ahora solo deslizar el teléfono sobre un cuadrito blanco.— Eso... Eso habría sido terrible. Supongo que de suceder, ahora mismo estaría cuidando de Makoto-san. —Parpadeó un par de veces, confundido y, tras sentir que la curiosidad crecía, la observó mejor.— ¿Y ese alguien ya lo sabe? Quizá si habla con sus padres, algo pueda hacerse al respecto. Así todos estarían complacidos.
— Estuvo como voluntaria en la segunda guerra mundial, siempre ha intentado contarnos sobre ese tiempo de forma suave, pero sé que hay cosas que no puede olvidar. —Se mordió el labio inferior con un poco de sentimientos encontrados, ella se sentía tan ignorante, en esos momento imaginaba que hasta su abuela sería mejor entendiendo a Regulus que ella. Pero abrió los ojos con mucha sorpresa ante sus palabras.— No es necesario pero gracias. —Acabó por pagar la compra y caminó hasta la puerta, esperándolo.— Porque no era justo. Yo iba a ser tan solo una moneda de cambio para mejorar sus riquezas y sus influencias, no quería vivir atrapada y ser exhibida como una muñeca de adorno. En esta época la mayoría de veces nos casamos por amor y yo quería... Quiero eso. Además, ya tengo a alguien en mi corazón.
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— En... ¿En el ejército? —Se sorprendió demasiado. En sus tiempos era poco común observar a las mujeres inmersas en las guerras, generalmente los hombres eran quienes se dedicaban a esas labores y, ocasionalmente, existían casos de algunas que se enlistaban pese a todo u ocultando su verdadero ser. Así que, para él, aquella era una digna mujer de conocer a fondo.— Bueno, solo quisiera aprender para que Kemi-san deje de comer alimentos congelados. —Confesó aquello y atento observó cómo el empleado depositaba todo en las bolsas, no había duda que seguía siendo el mismo proceso que en casa. Solo que en pequeño.— No sabía que su padre le intentó arreglar un matrimonio. ¿Por qué falló? ¿Él no era lo que se esperaba? A veces... El amor sólo surge cuando esas dos personas lo intentan, eso dijo mi hermana.
— No subestimes a mi Nana, fue parte del ejército en su juventud, ha ido a la guerra, te aseguro que es una mujer de temer. —Comenzó a reír al pensar que esa inocente mujer era capaz de desarmar a cualquiera en segundos, porque mantenía una excelente condición física. Ya le enseñaría los álbumes de fotos a Regulus, siempre le había impresionado verla con el uniforme y con las muchas medallas de condecoración.— Ya te ama por soportar y proteger a su tonta nieta, ahora te va a amar más que a mi hermano, pasar sus recetas ha sido su sueño, pero vaya fiasco de nietos tuvo. —Sacó su cartera para pagar los productos que el empleado iba guardando en una pequeña bolsa de compras reutilizable. Sin embargo, se quedó a medias y su expresión se volvió amarga.— Yo me hubiera fugado, no soportaría casarme con alguien a quien no amo. Padre intentó comprometerme una vez y le salió muy mal.
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— No creo que sea ma exigente que mi padre en los entrenamientos para convertirme en caballero. —Rió, no podía imaginar que aquella dulce mujer, que conociera una vez llegara a la mansión, pudiera tener un temperamento tan explosivo como el de Sir Ludwig que llenaba de frustración y desesperación a más de un hombre en el campo.— Pero daré mi mejor esfuerzo para hacerla feliz, creo que podré... A menos que me explique en japonés, no puedo entenderlo. —Su ánimo regresó de a poco y su curiosidad lo mantuvo atento a sus palabras. Colocó la canasta sobre el mostrador y se concentró en sacar cada uno de los productos mientras seguía pendiente de la historia.— Es muy diferente, en mi ciudad las madres o el padre escogían a los esposos de sus hijas y no había oportunidades; aunque existían casos donde las parejas se fugaban y se casaban, así no había forma de protestar o rechazarlo, pero en muchas ocasiones esa persona podía ser expulsada de la familia.
No mencionó más esa vergonzosa experiencia con alimentos de distinta índole que debían resultar una locura para él aunque para ella eran normales.— Entonces Nana va a estar muy feliz de tener al nieto que nosotros no fuimos, uno al que pasarle todos sus trucos y secretos para la cocina. Aunque es muy exigente, casi como un entrenamiento. —Intentó distraerlo de la nostalgia que podía acarrear el que recordara a su familia, en esos momentos se sentía impotente al no poder ayudar o hacer algo más por él.— Madre es diez años más joven que padre y al inicio la abuela estaba en contra de su relación, pensaba que mi madre solo buscaba un beneficio, así que tuvo que hacer muchos méritos para ser aprobada y con nosotros las cosas se terminaron de endulzar porque siempre quiso nietos. —Rió al recordar las absurdas pruebas que le habían hecho a su madre, era un tema divertido en las cenas familiares, lo bueno es que se llevaban como madre e hija.
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— Algunas veces —Se apresuró a contestar. Su peor enemigo había sido esa extraña combinación de comidas dulces y saladas, o la comida extra picante. O dulces que en apariencia debían tener buen sabor pero resultaban muy ácidos o muy picantes. La siguió pero solamente echó en la cesta las pocas cosas que había elegido para probar y tomó aquella con la mano derecha.— Me gusta la cocina, cocinaba para mis hermanas cuando estaban enfermas y mis padres debían salir de casa; o cuando en casa era mi responsabilidad. Éramos diferentes al resto. —Levantó los hombros, la añoranza se hizo presente en él, en esa nueva de tristeza que se formó en sus labios.— ¿Qué es ganarse a la suegra? ¿Por qué tendría que ganarla? —Preguntó, no conocía el significado de aquella frase, no creía que las familias debieran ganarse, pues era algo que se creaba por sí sólo.
— Confía en mí. ¿Alguna vez te he dado algo malo? —Frunció los labios haciendo un mohín e infló las mejillas.— Pensandolo mejor, no respondas a eso. —En varias ocasiones había acabado por mostrarle comidas no tan apetitosas pero en el momento se le antojaron únicas.— Pero te prometo que esto sabe bien. —Se alejó de los frigoríficos con dirección a las cajas, en el camino solo pudo extender la caja para que colocara las cosas que él deseaba llevar.— Nana se va a volver loca de la felicidad si le pides que te enseñe a cocinar, siempre quiso que alguno de sus nietos aprendiera pero ni Makoto, ni yo heredamos su talento para esas labores. —Frunció el ceño con molestia, no le gustaba la mención de la dieta, esos eran los pocos días de libertad donde dejaba que su abuela le diera de todo.— Madre sabe que no puede contradecir a mi abuela, es a la única persona que le teme. Le fue difícil ganarse a la suegra.
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— Creo que preferiría pasar esta vez. No sé ven tan... Apetitosos. —Murmuró con cierto desgano, incluso un deje de confusión por la cantidad que llevaba. Observó el contenido de la canasta mientras que la escuchaba y negó. Akemi a veces podía ser torpe, pero descuidar su alimentación no debía permitirselo, menos por comida basura como esa.— Solía hacer estofado en mi hogar, he visto como lo prepara el chef de la casa, así que no creo que sea tan difícil. Lo intentaré... O mañana le preguntaré a la abuela sobre ello. —Murmuró, echó un último vistazo a sus alrededores, para tratar de buscar algunos de los ingredientes y así preparar aquella comida mañana.— Su madre se enojará si sabe está descuidando su dieta.
— Yo voy a llevar un par para mí y te dejaré que los pruebes, no es tan malo como suena. —Estuvo a punto de darse con la palma en la frente, sus explicaciones empeoraban el panorama en lugar de mostrarlo como algo apetecible, lo hacía lucir asqueroso. Aprovechó para sacar los últimos artículos antes que él cerrara el frigorífico, no podía salir del lugar sin helado, sería casi como un sacrilegio.— Regulus, recuerda que me tienen prohibido acercarme a la cocina, no puedo hacer ni un huevo frito, soy la peor persona para pedirle guía en ese aspecto. —Soltó una pequeña risa y levantó la canasta frente a su rostro.— Si yo viviera sola, esta sería mi comida diaria o moriría de hambre.

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