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RsL1574861 · M
El golpe no sólo lo hizo regresar a la realidad, también logró despertar algo dentro de él. Enfado. Uno que no comprendió realmente de dónde nació. A pesar de que fuera su guardaespaldas, ¿qué derecho tenía de agredirlo así? Llevó la mano izquierda hacia la mejilla, esa que ardía con fuerza y no tardó en comenzar a enrojecer. Retiró su mano, esa que miró sin comprender la razón del golpe, él sólo seguía lo que su razón y sentido común le dictaban. Pero ella no entendía. Se levantó, con la mano izquierda alcanzó la sudadera, y con la derecha le asió por la muñeca. Con pasos furiosos y pesados, se acercó a la puerta, esa que abrió completamente con la izquierda para sacarla a ella y así, sin decir nada, arrojarle la prenda para cubrirla.— No quiero hacer esto, solo quiero hacer mi trabajo. ¡Ya fue suficiente, Hanamiya-san! —Tomó la perilla, esa que usó para jalar la puerta y azotarla al momento de cerrar. Estaba furico, molesto. Desesperado por sus actos. Pero eran por su bien.
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