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Rs1563197 · M
Podría usar magia para ocuparse de los pedazos de cristal; pero de alguna forma, desde la llegada de Alena había procurado depender lo menos posible de sus habilidades místicas, consciente de que ella solía imitar lo que él hacia y, por ende, podría intentar cosas que no estaban a su alcance.

Sí, era cuidadoso hasta en esos detalles.

—Sí. No estoy molesto contigo, Alena. —Declaró con simplicidad, buscando con la mirada una escoba y recogedor; había adquirido la costumbre de tener varios esparcidos por su hogar, tras comprobar que Alena tenía una capacidad impresionante para romper cosas. Otros quizá ya habrían desesperado, quizá perdido la paciencia; pero Rhishan resultó ser bastante comprensivo, a sabiendas de que él mismo se había echado encima la responsabilidad de tener a la jovencita en casa. Tras alcanzar lo que buscaba, se dedicó a barrer y juntar los pedazos de vidrio, asegurándose de no dejar alguno atrás para que Alena no fuera a lastimarse por error.
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Bajó la mirada, por unos instantes y sus mejillas tomaron un tinte carmín. Era ¿extraño? Más allá de la esfera, él era cálido; incluso en esos momentos donde no le gritaba a pesar de sus múltiples errores. No lo entendía, pero esa pequeña parte de ella que buscaba aprender, deseaba encontrar el significado detrás de esa calidez.

— ¿De verdad? —Se vio ligeramente animada ante ello. Incluso sus ojos se volvieron a fijar en el rostro del mago, buscando algo que la hiciera entender. No obstante, era suficiente con eso por el momento. Así que le dio espacio, dejando libre su brazo, pero se quedó cerca. Tal vez, tal vez al día siguiente lograría entender algo más, por ahora solo vería sus acciones como una espectadora.
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Su expresión habitualmente impávida se suavizó un tanto al sentir a Alena cerca, atrapando su brazo, como si esperara que él la abandonara tras el estropicio. Cosa más alejada de la realidad: si le preguntasen, diría que ya había invertido demasiado tiempo y esfuerzo en cuidar a la joven como para renunciar, pero la verdad era que le había cobrado auténtico cariño a pesar de su reticencia a relacionarse con la gente

—Tranquila. Sé que no fue a propósito. —Unas cuantas caricias a la cabeza ajena parecieron confirmar lo que dijo, incluso despeinándola un poco; aparentando indiferencia ante la cercanía de Alena, pero con un leve rubor tiñendo su rostro al sentir la presión del cuerpo ajeno contra su brazo. —Déjame limpiar este desastre, y después empezaremos a crear otra esfera, solo para ti. ¿Te parece?
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En muchas ocasiones había visto personas decir algo en esos casos pero no terminaba de recordar cuál era la palabra que utilizaban. Mientras su mente intentaba dar con el término, la calidez la distrajo, no entendía que era lo que hacía, pero siempre el dolor se alejaba cuando dejaba de brillar. Al inicio ni siquiera podía sentir esa calidez, pero con el tiempo se volvía más clara.

—Gracias. —Se vio confundida. Era la palabra que estaba buscando, pero no comprendía porque la usó en ese momento en específico. Aprendía, muy despacio, las interacciones seguían siendo algo a lo que se sentía ajena, pero trataba de imitar lo que veía.

Antes de que se alejará le tomó del brazo y lo abrazó ligeramente contra su cuerpo.— Yo... Yo no quería que se rompiera. Me recordó a ti cuando me acerqué.
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Rhishan suspiró, incapaz de molestarse con la chica merced a la inocencia de ésta; además de que era consciente de que fue él mismo quien decidió tomar la responsabilidad sobre ella, cuando bien pudo haberla dejado en paz, a salvo en su libro.

—Déjame ver. —Pidió, aunque no esperó respuesta; simplemente tomó las manos de Alena en las suyas para examinarlas, seguro de que ella no protestaría. Primero las inspeccionó cuidadosamente, extrayendo cuanta esquirla encontró, antes de sostener ambas entre las suyas y, con un sencillo conjuro en silencio, rodearlas de cálida energía que las curara al momento.

—Era una simple reserva. Quizá por eso te pareció bonita. —Dijo, habiendo entendido ya que ella se había sintonizado con la energía del hechicero; y la espera estaba llena de ésta. —Al menos no te lastimaste demasiado. —Añadió, dejando ir las manos de Alena tras comprobar que todas las heridas se habían cerrado.
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— Solo explotó. No la dejé caer. —Parpadeó varias veces y le extendió las manos, no sentía que tuviera alguna herida porque nada dolía. Todavía podía sentir la sensación de la esfera, le hizo cosquillas pero de pronto se había destruido.

—Te había visto tomarla antes, así que hice lo mismo. —Sin los pedazos en sus manos. Se hizo a poner de pie, no tenía sentido seguir en el suelo lleno de cristales.— Era bonita... —Murmuró por lo bajo. Su mirada se dirigió al mago, ya no recordaba la cantidad de cosas que habían perecido en sus manos pero él la seguía tratando con el mismo cuidado.
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Aunque ya estuviera acostumbrado a ruidos como esos desde la llegada de Alena, Rhishan no dudó en apresurarse a comprobar lo que había sucedido; encontrándose con lo que ya se imaginaba: a la jovencita con algún objeto roto en las manos.

—Déjame ver. —Dijo, con toda calma como siempre, comenzando por examinar las manos de Alena, y sin prestar demasiada atención a la pérdida; pues, aunque sabía que ella podría regenerar cualquier daño, se sentía tan responsable de ella que muchas veces lo olvidaba. Una vez mitigada su preocupación, por fin prestó atención al objeto; y sintió una punzada de dolor al comprobar que se trataba de una de sus esferas de maná, objetos que tardaba años en crear.
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El estruendo resonó por todo el lugar, el sonido del cristal partiéndose en mil pedazos. Alena miró sus manos, donde sólo quedaban pequeños fragmentos de lo que fuera la cosa brillante que sostenía segundos antes. Estaba en el suelo, sentada, tratando de entender el porqué se había deshecho la forma, solo lo había tomado porque atrajo su atención, era brillante y colorido.

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