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Rs1563197 · M
Pero en ese momento de flaqueza, sintiéndola trémula y a la deriva, creyó no ser suficiente, no poder disipar las tinieblas en el pecho de Alena; por lo que la atrajo hacia sí con delicadeza inaudita, su mano alcanzando la nuca ajena y presionándola con suma suavidad para hacerla recargar la cabeza en su pecho, demasiado cerca de su propio corazón.
—Pero ahora me tienes a mí. —Añadió, sin saber si eso sería un consuelo siquiera. Pero la trataba con tal cuidado y afecto, la abrazaba de una manera tan dulce y protectora, qué no dejaría lugar a dudas sobre sus intenciones: ella sería un tesoro al qué intentaba cuidar con toda el alma.
—Pero ahora me tienes a mí. —Añadió, sin saber si eso sería un consuelo siquiera. Pero la trataba con tal cuidado y afecto, la abrazaba de una manera tan dulce y protectora, qué no dejaría lugar a dudas sobre sus intenciones: ella sería un tesoro al qué intentaba cuidar con toda el alma.
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