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Rs1563197 · M
Sentirla tan dócil fue una experiencia rara para él. Había algo en esa obediencia que no terminó de gustarle del todo: sentía como si Alena se dejara manejar a placer, a manera de una muñeca de tamaño natural que estuviera sujeta a la voluntad de otros. Fue esa idea la que me hizo abrazarla con más fuerza; como si en ese gesto quisiera hacer suyas la tristeza, la confusión de la chica, y aliviarla de esa carga que la había puesto en tal estado.

—Quizá antes no tenías a alguien que cuidara de ti. —Aventuró a decir, si bien sin una pizca de orgullo o autocomplacencia; más bien parecía lamentar que fue hasta llegar a él que la chica conocería, al menos en parte, la tranquilidad.
 
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