RoyFitzwilliam

-Sosegado permanece el hombre en la espera del faltante hermano, la habitación donde éste descansaba seguía intacta y era la única vacía dentro de los grandes muros de mármol. También era el único hermano que era humano.
Con un ademán le invita a sentarse a la orilla del porche para que juntos compartan una beatífica velada.-

¿Cómo te fue en tu viaje? ¿Has encontrado nuevas cosas? Veo que te has hecho más fuerte. -Comenta mientras sus grandes topacios se posan en la figura masculina advirtiendo el desgraciado rostro del viajero-
Vaya pero mírate, estás hecho una mierda. -Se mofa impávido a la vez que decide interrumpir la conversación poniéndose de pie y así conducirlo al interior del recinto- Será mejor que vayas a darte un duchazo y comas algo. Con ese hedor de inmediato captarás la atención de todos, no te asustes si de pronto bajan de sus habitaciones intranquilos. -Dice en sorna mientras la puerta pesada de roble se abre para dejar ver el vestíbulo, observándose como unas imponentes escaleras de granito conducen al primer nivel.

Chasquea los dedos y en tan solo un par de minutos se encontraba la ama de llaves regordeta, la cuál observa con sumo interés al caballero extranjero- Ah, él es Roy. Ha llegado de un largo viaje, así que más vale le preparen su baño pronto, así mismo un banquete. Inmediatamente. -Sentencia y de inmediato sale disparada para acotar las órdenes impuestas. La servidumbre comienza a moverse raudamente por los recovecos de la mansión para deleitar al nuevo "amo" que había llegado- Ya no eres el único humano aquí. Supongo que necesitábamos ayudantes para limpieza y demás. -Se encoge de hombros cuando gira en su propio eje para encararlo- Toma tu tiempo.

-En el más recóndito sitio de un bosque se encuentra ubicada la mansión Fitzwilliam, cuya estructura imponente se levanta sobre un claro. La edificación podía ser únicamente vista por los seres que le habitaban y nadie más, gracias a un conjuro desarrollado por uno de los hermanos.

El mayor del Clan se encontraba en el porche disfrutando del majestuoso anochecer, un perfecto manto de color marino con destellos de fulgor platinado como estrellas daba una visión perfecta del lugar. Y él amaba esa clase de paisajes.
De pronto advierte una presencia que se acerca por el sendero de roca caliza. De inmediato y sin si quiera observarlo sabe de quién se trata.

Se reincorpora de su asiento para darle la bienvenida al chico y no puede evitar esbozar una radiante sonrisa capaz de mostrar incluso su perfecta dentadura blanca.-

Es una gran noticia el tenerte por acá con nosotros de nuevo mi querido hermano. Ha pasado un tiempo en el que no veía tu cara, te ves más seguro de ti mismo. -Vocifera con eminente regocijo cuando sus grandes ojos dorados visualizan al joven de cabellera de grafito; le invita con un ademán a acercarse a su hogar.- Bienvenido de nuevo, todos estarán felices de verte -La voz grave y casi gutural del azabache resuena por el solitario lugar, y pese a la oscuridad que los enreda se puede ver perfectamente su rostro de color alabastro-