Va tarde, olvido quitarse la camisa de cuadros que usa en el taller, tiene arcilla en el cabello. Le jodía que le pidieran ir a cursos de los que ya tenía calificación, todo para ser apoyo de tal o cual maestro. Le pudre el buen humor, llegó con una paleta en los labios, sin materiales ni nada para bosquejar. Suspiro deteniéndose en la entrada donde había un recipiente con carboncillos, queda uno último de los gruesos de lamina más dura, pero vio como fue robado de sus dedos por una delicada extremidad que se aproximo a tomarlo... frunció las cejas y bufó. -No prefieres un lápiz?.- Pregunto...
" Ardilla"; ¿qué clase de apodo era ese? Por acto reflejo se tocó las mejillas, ¿habría subido de peso y se notaba cachetona, acaso? Extrañada por ese apodito tan específico, pero más por la sobrada actitud del varón, Sada se vió un poco presa del capricho y no le insistió. Más bien fue donde su banco, sobre el que tomó asiento cuidando del orden de su falda. Ya tan enfocada estaba en comenzar a esbozar cuando al escuchar las indicaciones, resulta que el muchacho de los carboncillos sería asistente del docente.
Por un momento se vió tensa, torciendo ligeramente los labios al pensar que quizás el ambiente para ella se agriaría toda la sesión.
No obstante optó por la sensatez; no prolongar el lío por motivo alguno.
