—Nota mental número tres: soy invisible e inaudible.

El joven suspiró mientras se alejaba la mujer del sombrero.

La nota mental número uno era el hallarse intangible, como un fantasma, cosa que lo frustraba inmensamente: jamás había visto tantos libros juntos, y ni forma de leerlos.

Sin contacto con el suelo le era imposible caminar; por fortuna, la nota mental número dos era que podía desplazarse por el espacio si se concentraba adecuadamente. Siempre había fantaseado con volar, pero esto le costaba un esfuerzo mental tan grande que no podía realmente disfrutarlo.

Recién se había marchado la primera mujer cuando llegó la segunda. A ésta sí la reconocía:

—Ze... ¡Zelda...!

Si alguien sabía qué diablos estaba pasando, sin duda sería ella. Vociferó, agitó los brazos, se concentró flotando despacio hacia la rubia, pero tampoco logró llamar su atención antes de que diera media vuelta y se retirara, tan rápido como lo había hecho la otra.