Mantuvo su semblante serio y desconfiado (no lo iba a negar) por unos instantes en los que no dejó de mirar a la mutante, sin inmutarse por la ironía de su petición. Ella estaba en desventaja.

Terminó por sonreír a medio labio y descender hasta que sus plantas tocaron ese suelo que no lo merecía y que, a la vez le pertenecía.

Además de ser un amante de la supremacía mutante, era un caballero. Así que pronto se encontró a sí mismo extendiendo una de sus manazas enguantadas para ayudar a la dama.

— De pie, querida. Tienes una fuerza impresionante.

—Aún tenía los ojos cerrados, y todavía se se dificultaba respirar, incluso cuando ya no tenía la presión del implacable metal sobre su cuerpo, y sus manos por fin abrieron el agarre de este. Tosía, pero incluso eso lo hacía débilmente. La voz de Magneto era más una pulsación que un sonido, y solo abrió los ojos cuando sintió el aire de su aterrizaje acariciarle las mejillas. Sonrió a medio labio, y estiró una de sus manos hacia él.— Give me a hand, sugah. —dijo débilmente, pero con la misma sorna en su voz de alguien que no es doblegado a pesar de su estado.—

— Tú vida es muy valiosa —destensó el puño con el que doblegaba el metal que había aprisionado a la belleza sureña—. Toda forma de vida mutante lo es, niña —añadió el Amo del Magnetismo, descendiendo su levitación. Había sido suficiente castigo incluso para alguien con la fuerza de un titán, como Rogue lo era. Le miraba con admiración y la devoción de quien ve a su propio hijo por primera vez—. Levántate.