-Algunas noches, su recuerdo se escapaba de las estrellas y acudía a sus sueños. Su olor aún permanecía sempiterno, impregnado en esa prenda que siempre usaba para dormir. Echaba de menos el calor de su cuerpo en la cama, o sus brazos, que parecían dispuestos siempre a protegerla de cualquier tormenta. ~
Las tormentas perdían los prepotentes coliseos de friolentas corrientes de aire que bajo las corredizas cortinas se dispersaban por entre la oscura habitación.
