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-Sus dedos buscan a tientas encontrar las manos, los antebrazos ajenos, desfilar por las pocas secciones de cuerpo que ahora le es permitido, mientras las palabras de su amor pecaminoso corroen sus oídos, ciertamente peligrosas, venenosas. Así es como las atractivas y diminutas telas que resguardan su intimidad demuestran ese asentado territorio de el en la peligrosa zona erógena de la propia, entonces baja una de sus manos hacia atrás y rasga el atuendo sobre sus muslos contrarios lastimando también su piel.-

Mi cuerpo te desea siempre, pero queris llegar más allá, querís que yo. . . ....
 
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