El tironeo de cuerda por la supremacía de razas hace tiempo había cesado ya, no obstante, parecía que no lo había hecho del todo el factor sorpresa. Aquella mujer (podía ver que lo era, tras haber dado pequeños pasos en su dirección), estaba lejos de encajar con cualquiera de las clases preexistentes de ese mundo, a no ser que…

—¿Una Spriggan? —pronunció en voz alta sin poder contener su duda. El atuendo en tonos oscuros que los ojos de la undine contemplaban podría acercarla a la idea de aquella raza maestra de las artes ilusorias, sin embargo, no estaba del todo segura—. Ah, ¡lo siento! —apresuró su disculpa, interponiendo sus palmas abiertas; no era su intención lucir prejuiciosa o cáustica—. No quise ser impertinente. Es sólo que… —su frase quedó suspendida en el aire y tan sólo halló su fin en el eco confuso de su mente: “...nunca antes había visto alguien así”.

Suficiente, se dijo. Ya había tenido su buena dosis de, irónicamente, desconexión; pues, conectarse a aquel mundo de fantasía cargaba consigo el significado mayor de desenlazarse de su realidad.

Con un nuevo suspiro se puso de pie. Hace tiempo que el reloj digital de su interfaz virtual, bañándole el rostro con su luz artificial blanquecina, la había observado con su mirada perdida sobre él, tan sólo viendo pasar los minutos en total inactividad.

23:31 p.m.

Debía armarse de valor y regresar. Probablemente ya no viera a su madre al bajar al comedor ni encontrara un plato de la cena fría esperando por ella. No sería, de ninguna manera, una novedad.

—¿Eh? —sus pensamientos cesaron de tajo. Un giro sobre sus talones había bastado para advertir la presencia silenciosa que yacía de pie cercana a ella. ¿Quién era y por qué lucía tan... diferente? [+]

Una enorme luna colgaba del cielo nocturno de Alfheim, sombreando el celaje y el bosque debajo de ella con su luz argentada. Las noches en aquel mundo solían ser muy cortas, sin embargo, aún había tiempo antes del amanecer.

Sentada bajo la sombra del gran árbol que algún tiempo atrás la había soñado cautiva, Asuna alzó la mirada hacia el montón de luces diminutas e intermitentes que conformaban el cielo estrellado. La fría brisa de la temporada invernal de ALO se llevó el suspiro vuelto vaho que sus labios liberaron, provocando que sus brazos acudieran a envolver suavemente la réplica virtualizada que era allí su cuerpo, su avatar.

—Tal vez debería irme ya… —A esas horas no encontraría a ninguno de sus amigos y, sin embargo, poco antes de ir a la cama, la urgencia de dejar atrás la realidad había sido un impulso poco más que incontrolable. ¿Qué estaba esperando hallar realmente?