El llamado de Selene sobre el firmamento se escucharía entre los espíritus de muchas criaturas que harían presencia sobre la tierra tras la caída de Helios en el horizonte. Los bosques se cubrirían de penumbra y entre muchos hombres se mezclarían sentimientos como el de la quietud del hogar o el miedo de lo que apareciera entre las sombras de la noche. Sin embargo no todo podía ser hostil, ya que a pesar de la lugubriedad que pudiera rodear el ambiente nocturno, incluso sentimientos como la melancolía y la soledad podrían brotar con los rayos platinados del firmamento.
Su figura, tan etérea ahora apenas si podría ser percibida por entre esa luz que se colara en los árboles que rodearan el inmenso jardín que permaneciera bello a pesar de la frialdad que ahora la acompañara por su estado. Sus pasos serían insonoros ante unos pies que ya no tenían peso, mientras el ondear del vestido blanco y casi traslúcido ni siquiera inmutaría el movimiento de las plantas que prefirieran mecerse a voluntad del viento. Su mirada entonces se encontró con esa silueta oscura que yaciera no muy lejos ya, lamentándose entre esa belleza natural que lo bordeara.
—... —Si supiera lo mucho que le hería verlo así... Pero no, no podía, porque ella ya no era un ente de la tierra, por lo que no se le permitiría ya cruzar palabras con los seres vivos. Sus frias y traslúcidas manos se colocaron suaves sobre las mejillas contrarias, pudiendo solamente agacharse para depositar un beso en su frente cubierta por sus cabellos oscuros. No sabía si siquiera podría sentir su contacto ahora, pero no podía evitarlo, queria levantarle el rostro y limpiar sus lágrimas con sus labios, suplicarle con esos actos que detuviese su agonía.
