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— No, no quiero. — Respondió entre dientes tratando de controlar su cuerpo, soltando un jadeo con la boca cerrada ante la succión en su cuello.

— No es cierto. — Renegó el otro, manteniendo una mano en el pecho del otro mientras la otra la mantenía como puño por encima de su mejilla. Pero sintió pronto esas manos deslizarse por debajo de sus muslos, apretandolos con suavidad pero provocativa.

— Tch, maldición, ni lo sueñe. — Se nego rotundamente a hacer lo que el otro decía, aunque claro, eso no dependía del todo de él. Y así sus labios fueron proclamados, haciendo el azabache una serie de ruidos para que este se detuviera y poso ambas manos en su pecho pero estas se movieron al propio al sentir las ajenas colarse por su ropa en un impedimento de que lograran su cometido.
 
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