ReigaGiou

**Se dejó llevar, sin objeción alguna cuando sintió su brazo bajo la mano del nigromante. Bajó la vista al piso tan solo observando sus pies caminar hacia quien sabe dónde. Se sentía dispersa, confundida por sus palabras haciendo que sus pisadas, que se escuchaban amortiguadas a través del pasillo mientras caminaban retumbaran estruendosas para sus oídos. Cuando detuvieron sus pasos, elevó la vista y paseó la mirada por aquella habitación, se maravilló de ver tanta historia reunida en un solo sitio. Jamás se habría podido imaginar que aquel lugar pudiera albergar semejantes riquezas históricas. Jamás en todas sus vidas había visto algo así. Cerró la boca que inconscientemente había tenido ligeramente abierta por unos instantes cuando escuchó la voz de Reiga dirigirse de nuevo a ella y escuchó atenta cada una de sus palabras. Resonaban en sus oídos como eco, haciéndola dudar de sus propios pensamientos. Sabía que él tenía razón. Ahora podía vivir su vida sin restricciones, una vida plena y llena de alegrías, sin necesidad de esconderse o temer de un peligro inminente. Sabía que podría… pero ¿podía permitirse la Luz de Dios tener semejantes ideales egoístas? Pensó entonces en la gente que la había visto crecer, en aquel sacerdote que había recogido su pequeño y frágil cuerpo en aquella iglesia, en aquella pareja que a pesar de sus limitaciones económicas la habían acogido en su familia amándola como a una hija. Tal vez por ellos… podría… Ya no estaba recluida, ni atada a una misión. El dolor no estaría presente de nuevo. Podría por fin desenvolverse por sí misma en esta nueva vida. Sin nadie que pudiera reprimir sus alas… Si… Lo haría… solo que…**

-Yo… no sé como…