31-35, M
Una vez fui humano, como todos... Ahora ya no soy ni humano ni vampiro...
About Me About Me NotesAbout Me
Una vez fui un mortal, como todos nosotros.
Soy Raziel, el primogénito de sus lugartenientes. He servido a Kain durante un milenio, estuve junto a él y a mis hermanos en los albores del imperio.
El don continuó evolucionando, nos volvimos menos humanos y más... divinos.
Kain solía iniciar el estado de cambio para emerger con un nuevo don, nuestra evolución tenía lugar algunos años después de la del amo, hasta que tuve el honor de adelantarme a mi señor. Por aquella desobediencia recibí un nuevo tipo de recompensa, la agonía. Sólo había un resultado posible, mi condenación eterna. Yo Raziel iba a sufrir el destino de los traidores y débiles: Arder eternamente en las entrañas del lago de los muertos.
Caí ardiendo en el fuego candente, hundiéndome en las profundidades del abismo. Un dolor indescriptible, una agonía incesante, el tiempo se había detenido. Sólo quedaba la tortura y un odio enfermizo hacia la hipocresía que me condenaba a este infierno.
Transcurrió una eternidad, y mi tormento amainó, rescatándome del precipicio de la locura. La caída me había destruido, pero... ¡estaba vivo!
Soy Raziel, el primogénito de sus lugartenientes. He servido a Kain durante un milenio, estuve junto a él y a mis hermanos en los albores del imperio.
El don continuó evolucionando, nos volvimos menos humanos y más... divinos.
Kain solía iniciar el estado de cambio para emerger con un nuevo don, nuestra evolución tenía lugar algunos años después de la del amo, hasta que tuve el honor de adelantarme a mi señor. Por aquella desobediencia recibí un nuevo tipo de recompensa, la agonía. Sólo había un resultado posible, mi condenación eterna. Yo Raziel iba a sufrir el destino de los traidores y débiles: Arder eternamente en las entrañas del lago de los muertos.
Caí ardiendo en el fuego candente, hundiéndome en las profundidades del abismo. Un dolor indescriptible, una agonía incesante, el tiempo se había detenido. Sólo quedaba la tortura y un odio enfermizo hacia la hipocresía que me condenaba a este infierno.
Transcurrió una eternidad, y mi tormento amainó, rescatándome del precipicio de la locura. La caída me había destruido, pero... ¡estaba vivo!