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E1581011 · 18-21, M
El corazón de Eugeo latía con fuerza en su pecho mientras miraba a Ozymandias, sus ojos llenos de un amor y deseo inquebrantable. Había una electricidad en el aire, una anticipación tangible que parecía hacer que cada segundo se estirase.

—Ozymandias, quiero darte más de mí— susurró Eugeo. Su voz era apenas audible, pero las palabras parecían reverberar en el silencio, resonando con la profundidad de su sentimiento.

La emoción en el rostro de Ozymandias fue una respuesta en sí misma, una confirmación silenciosa de sus propios sentimientos y deseos. La intimidad de ese instante, solo amplificó el amor que Eugeo sentía por él.

Eugeo extendió su mano, sus dedos explorando con delicadeza el cuerpo de Ozymandias. Su toque era suave pero seguro, sus dedos trazando los contornos y la textura de su piel como un viajero descifrando un mapa desconocido. Los sutiles cambios en la respiración de Ozymandias, los sonidos ahogados que escapaban de sus labios, eran una melodía que solo incrementaba el deseo de Eugeo.

—Eres mío, Ozymandias— declaró Eugeo con fervor. Sus palabras parecían envolver el momento, creando un mundo donde solo existía ellos dos, su amor y su deseo mutuo. Cada gesto, cada toque, cada susurro de Eugeo era una afirmación de ese amor, una promesa de que su unión era eterna.

Eugeo podía ver en los ojos de Ozymandias un reflejo de sus propios sentimientos, una confirmación de que este era exactamente el lugar en el que querían estar, juntos, compartiendo su amor de la manera más íntima. No había nada más que Eugeo deseara que este momento, y la promesa de muchos más como este, a lado de Ozymandias.
 
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—Escuchaba cada palabra dicha por el faraon, la joven dejo salir un leve suspiro, llevando su mano a la flor que tenía en el ojo, esa flor no la iba a dejar fácilmente, ni siquiera la dejaba morir para escapar de su destino que esa flor le había dado como "marca" de que ella sería su contenedor —.

Estoy agradecida por sus palabras faraon.

—Comentó la joven con respeto al faraon de Egipto, mostrandose humilde y calmada, aunque en sus ojos se refleja el sufrimiento de una vida cruel qud ha tenido, cosa que ella nunca muestra. —

Aunque no se como me ayudaría... Esta maldición no es como las otras.

—Bajo la mirada algo apagada, pues actualmente se sentía sin ánimos para seguir de desafeando su destino, pues su corazón actualmente carga mucho dolor y siente que esta por romperse—.

Aunque agradezco sus palabras.

—Finalizó con la mirada ensombresida —.
E1581011 · 18-21, M
A medida que se acercaban a su dormitorio, Eugeo sintió como si estuviera flotando. La anticipación se entrelazaba con el amor profundo y abrumador que sentía por Ozymandias, creando una marea de emociones que le costaba poner en palabras. Pero no había necesidad de palabras, no cuando sus acciones hablaban mucho más fuerte.

Una vez dentro, Ozymandias le condujo a la cama, cada uno de sus movimientos tan reverente como el anterior. Su deseo de cuidar de Eugeo, de amarlo de la forma en que merecía, estaba claro en cada toque, en cada mirada.

Acostado junto a Ozymandias, Eugeo sintió la familiaridad del calor de su amado contra su piel. Cerró los ojos, concentrándose en las sensaciones que le rodeaban, el sonido de su respiración sincronizada, el suave latido de sus corazones. Cada detalle era una muestra de su amor compartido, un lazo tan fuerte que parecía inquebrantable.

Ozymandias le envolvió en sus brazos, acunándolo con ternura. Sus labios encontraron los de Eugeo, robándole un dulce y tierno beso que parecía hablar más que mil palabras. Fue un momento de conexión, de intimidad, un instante en el que todo lo demás parecía desvanecerse hasta que solo quedaban ellos dos.

Esa noche, se prometieron amor eterno, sellando sus palabras con besos y caricias suaves. En la quietud de su santuario, encontraron un amor tan puro y verdadero que parecía iluminar todo a su alrededor. Y en los brazos de Ozymandias, Eugeo finalmente encontró el hogar que había estado buscando toda su vida.
Faraón...

—Comentó la joven completamente tranquila ante la preguntas hechas por el rey de Egipto, lo miro fijamente dejando escapar de sus finos labios un suave suspiro, respiro profundamente sin perder contacto visual para asi responder—.

Es una maldición porque es una marca hecha por la flor negra que me vuelve su próximo contenedor....

—Comentó pensando en el día que esa flor apareció en ella, no deseaba volverse en una marioneta para esa flor por lo que hizo de todo hasta atento contra su vida y aun asi no lo logro y esa flor creo de ella misma y de su sangre a otras entoners qué serían algún día contenedor para ella, por lo que inicio su aventura para irlas acabado una a una, ya que el primer intento fallo. —

Esa flor algun día me haría destruir todo y no quiero eso, aunque el mundo fue cruel conmigo, no puedo dejar que un ser así lo acabe y esta flor algún día me controlada para llevar esa tarea acabo.
E1581011 · 18-21, M
Eugeo, ahora de pie en el umbral de su nuevo hogar, sintió una oleada de emoción abrumadora. Miró hacia el palacio que compartía con Ozymandias y no pudo evitar la sonrisa que se extendía por su rostro. Este lugar, este nuevo comienzo, era un testamento a su unión y la prueba de su amor compartido.

El aire fresco del palacio, lleno de promesas de futuros brillantes, acarició su rostro, haciéndole recordar la suavidad del beso de Ozymandias. Eugeo se sintió inundado por una paz que nunca antes había conocido, un sentimiento de pertenencia tan profundo que hizo que sus antiguas preocupaciones y miedos parecieran insignificantes.

Prometió a sí mismo que este sería su santuario, un lugar donde podrían ser ellos mismos sin temor a ser juzgados. Un lugar donde su amor florecería y se fortalecería con el paso del tiempo.

Mientras entraba en el palacio, Eugeo miró a Ozymandias con amor y determinación. Estaba listo para este nuevo capítulo de su vida, listo para enfrentar cualquier desafío, siempre y cuando estuviera a lado de Ozymandias. Porque mientras tuviera a Ozymandias a su lado, sabía que no había nada que no pudieran superar juntos.
—Al estar enfrente del faraon egipcio, la albina nunca se había sentido intimidad, escucho las palabras que dijo la había impresionado, no sabía cómo es que es que se entero que la flor que lleva es una "maldición".

Se llevó la mano a donde estaba la flor, quedando un poco perdida en su pensamiento, volvió en si cuando le pregunto su nombre. —

Mi nombre es Zero, primera y la original entoner (diosa cantora), mucho gusto.


—Comentó un poco más pasiva, raro en ella ya siempre habia sido agresiva con todos por lo que habia pasado pero podía sentir el aura intimidarte del faraon —.
E1581011 · 18-21, M
Eugeo sintió una emoción indescriptible al escuchar las palabras de Ozymandias. El faraón se había acercado a él, había tomado su mano y prometido considerarlo su igual. Eugeo no podía creer que un hombre tan poderoso y enigmático estuviera dispuesto a compartir su vida con él.

Mientras Ozymandias pronunciaba sus promesas, Eugeo sintió cómo su corazón latía con una fuerza que nunca antes había sentido. La mano de Ozymandias, cálida y segura, sostenía la suya, y Eugeo supo que había hecho la elección correcta.

El rostro de Ozymandias se acercó al suyo y Eugeo cerró los ojos, aceptando el beso que sellaba su unión. La emoción lo embargó, una emoción tan profunda que creyó que su corazón se saldría del pecho. Nunca había sentido algo así, nunca había experimentado tal grado de amor y aceptación.

—Gracias, Ramsés —dijo Eugeo, su voz temblorosa—. Me siento honrado y... y feliz de ser parte de tu mundo, de tu corazón. Prometo hacer todo lo posible para ser el compañero que mereces.

Eugeo miró a los ojos de Ozymandias, tratando de transmitir toda la sinceridad y gratitud que sentía en ese momento. Sabía que su vida cambiaría drásticamente a partir de ese instante, pero estaba listo para enfrentar cualquier desafío, siempre y cuando estuviera a lado de Ozymandias.
—La poseedora del la flor maldita, elegida por la flor negra quien se volvió una entoner, al ver llegar al egipcio, por respeto, hace reverencia—.

Un gusto conocerlo.

—Comentó muy amablemente mientras se reincorpora mostrando una leve sonrisa en sus hermoso rostro con tonos de ojos rosa intenso, sin decir que una flor estaba en uno de sus ojos—.
E1581011 · 18-21, M
Eugeo pareció sorprendido, como si las palabras del faraón hubiesen golpeado un acorde desconocido en su corazón. Sus ojos viajaron sobre la figura robusta y resplandeciente de Ozymandias, tomando nota de la musculatura que se adivinaba bajo las finas telas del traje de faraón.

—Ramsés —respondió finalmente, su voz suave y llena de cierta aprehensión. No podía ignorar la atracción que sentía por el imponente faraón, ni tampoco el resplandor de su reino que le prometía poder y grandeza. Pero había más en su oferta, algo que palpitaba en las profundidades de su ser.

Tomó un momento para recoger sus pensamientos, su mirada perdida en la figura regia que tenía ante él. Los músculos bien definidos de Ozymandias, visibles a través de su atuendo, le prometían una fortaleza física que parecía irresistiblemente atractiva.

—No me había imaginado en tal posición —admitió, sintiendo el calor que subía por sus mejillas. Pero no pudo evitar sentir una chispa de excitación ante la idea de permanecer a lado de Ramsés, de compartir su pasión y su poder.

Se volteó hacia Ozymandias, sus ojos azules brillando con una nueva determinación. Había algo en la oferta del faraón que resonaba en su interior, algo que iba más allá de la mera atracción física.

—Si lo que prometes es cierto, si realmente puedes verme como tu igual y no solo como un consorte... entonces acepto tu propuesta, Ramsés. Estoy dispuesto a unirme a ti en este viaje y explorar la pasión y el poder que puede surgir de nuestro amor —declaró Eugeo, su voz firme y decidida.

Sus palabras resonaron en el aire, su promesa colgando entre ellos, esperando la respuesta de Ozymandias. Pero a pesar de la incertidumbre, Eugeo se sentía confiado. Había aceptado el amor del faraón, y estaba dispuesto a explorar todo lo que su unión prometía.