Suavizó su expresión, miró por un momento a la sacerdotisa, no dudaba en realidad sin embargo pensaba en como las cosas no habían cambiado entre ellas a pesar de tanto tiempo. Comprendía un poco más el significado de la eternidad...— Bien, solamente no cambies de parecer y termines por dormir en lugar de darme ayuda. — sabía lo irresponsable que podía llegar a ser en ese aspecto.
—Eres como un bebé nuevo de nacer, Ei.— Dejó escapar una risa, en realidad sabía cuánto se esforzaba por seguir los pasos de su hermana, y eso le causaba una desmesurada ternura. —Puede resultar contraproducente que te exijas de esa forma. Te ayudaré con tus tareas si me acompañas al pueblo por un encargo.— Le ofreció su diestra. —A tu pueblo le gustará ver a su Diosa caminar entre ellos. Eso alegrará sus corazones más que cualquier tratado o documento.
Parecía tan relajada con esos temas y en realidad nadie mejor que Miko para poder sugerir algo a la arconte. Siguió su mano con su vista esperando a que acomodara su cabello. — Quizás pueda hacerlo...tomar un respiro. No, en realidad son muchas tareas y dije que yo misma me encargaría. — llevo una mano al puente de su nariz presionando suavemente con sus dedos.
Se acercó a ella, con esa sonrisa enigmática. —Si no sabes por donde iniciar, es mejor tomar un respiro y calmar tu mente. Inazuma no se va a ir a ningún lado.— Con un inusual cariño acomodó un mechón del cabello de su Diosa, que se había desordenado, regresando su apariencia a aquella perfección impredecible y etérea.
Tardó un poco en reaccionar a la voz de la sacerdotisa, parpadeó un par de veces y negó. -¿Preocupada? - cruzó sus brazos y suspiró. —Es solo que hay muchas tareas que realizar...- y debía aceptar que aunque tenía la convicción, no sabía por dónde iniciar.
