— No, no deseo aprender toda la magia por mera ambición, y no, el hecho de ser la septima reencarnación de la Madre Mystryl no me hace sentir especial. La razón por la quiero alcanzar mis metas, la razón por la que deseo convertirme en la deidad que se supone debo ser... Es para proteger a este mundo, para proteger a mi reino, para protegerlos a ellos... ¡Es por eso que estoy luchando! —
El cosquilleo en ambas bocas se hizo notable, y fuerte, y esa sensación en el pecho de seguro continuaría quemando y expandiéndose por las fisonomía de ambos, y ante sus palabras quizá la mayoría en esta situación esperaría enojo, decepción o hasta reclamos. Pero ante sus palabras, Jarrus meramente sonrió, de modo leve pues realmente solía ser frío, y entonces sus ojos se posaron en los de ella. — Eres la que lleva la sangre de la Madre de toda la Magia, Romine. Literalmente cualquier cosa es posible para ti, quizá si olvidaras por un tiempo que eres una princesa y vieras lo que yo veo, no dudarías tanto de lo que puedes hacer o no. — Apretó su mano suavidad y mordiendo su labio inferior por un instante el brujo añadió. — Tu padre te teme porque es completamente insignificante a tu lado, igual que su corona. —