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— No, no deseo aprender toda la magia por mera ambición, y no, el hecho de ser la septima reencarnación de la Madre Mystryl no me hace sentir especial. La razón por la quiero alcanzar mis metas, la razón por la que deseo convertirme en la deidad que se supone debo ser... Es para proteger a este mundo, para proteger a mi reino, para protegerlos a ellos... ¡Es por eso que estoy luchando! —
 
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Fue en ese momento que sus ojos se entrecerraron y su ceja se arqueó con suavidad, no estaba amargo o enojado con ella, pero sí claramente confundido. Sus dedos que antes presionaban con suavidad los de ella quedaron con el vacío fantasma de la ausencia de los de ella, pero en ese momento a pesar de que su garganta quería pregunta con fuerza "¿Porqué?" meramente fue invadida por un nudo y un vasto silencio, y entonces su rostro se movió hacia abajo al tiempo que algunos cabellos purpúreos invadían su mirada que era cubierta por las sombras de estos. Mordió su labio propio con cierta fuerza, y las sombras invadieron su alma, agradecido que su cabellera cubriese ese entrecejo fruncido que se forjó, y pudo entonces solamente pensar, en la maldición con la que nació.

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— Eso ya lo se... Ese no es el único problema. — Expreso un tanto decaída, mientras llevaba ambas manos hacia las mejillas del gran hombre, quien, al estar sentado, le daba mayor facilidad para que pudiera hacer algo así. —Mi querido Sir.Jarrus... Siempre tan leal, y tan firme. No cabe duda de quien sea que sea capaz de poseer tu corazón, será una de las personas más dichosas en el mundo. — Expresando aquello, obsequio una última sonrisa al hombre, para acto seguido ponerse en pie, y dar media vuelta para empezar a retirarse de ese sitio.
El cosquilleo en ambas bocas se hizo notable, y fuerte, y esa sensación en el pecho de seguro continuaría quemando y expandiéndose por las fisonomía de ambos, y ante sus palabras quizá la mayoría en esta situación esperaría enojo, decepción o hasta reclamos. Pero ante sus palabras, Jarrus meramente sonrió, de modo leve pues realmente solía ser frío, y entonces sus ojos se posaron en los de ella. — Eres la que lleva la sangre de la Madre de toda la Magia, Romine. Literalmente cualquier cosa es posible para ti, quizá si olvidaras por un tiempo que eres una princesa y vieras lo que yo veo, no dudarías tanto de lo que puedes hacer o no. — Apretó su mano suavidad y mordiendo su labio inferior por un instante el brujo añadió. — Tu padre te teme porque es completamente insignificante a tu lado, igual que su corona.

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La acción por parte de Jarrus fue genuinamente una sorpresa para la princesa; si bien, podía notar que de algún modo sus sentimientos eran correspondidos, jamás imagino que aquel Goliat frio y distante podría hacer algo como aquello. Aun así, la calidez que pudo trasmitir aquel beso, hizo que esta accediera e incluso correspondiera del mismo modo. Con un rose cálido y dulce entre sus labios, la joven prevaleció así por varios segundos, hasta no poder resistir más, alejándose así lentamente de sus labios. — Sir. Jarrus... Usted sabe que no es posible. Yo... Lamento mucho haber provocado esto... —
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Ya no más. — Susurró entonces con esa voz profunda y elegante el alto pelipúrpura, para así tomar su mentón y plantar un suave beso en sus labios, uno que fue corto, pero intenso, dejando ese magnetismo intenso entre las bocas de ambos, mientras le veía a los ojos para poder buscar su reacción. Había conocido a Romine hacía un par de años, y luego de aquello partieron a la guerra, era probable que aquello simplemente se había estado acumulando desde entonces más allá de sus intereses profesionales y academicos.

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Cerrando sus ojos por un instante, para así quizá generar un grato recuerdo de aquel instante; la chica alcanzo a escuchar su pregunta, y no hizo más que mostrar un gesto un tanto decaído, mientras entreabría sus ojos poco a poco. — Lo mismo que hago con el resto de mis sentimientos... — Expreso en un tono cabizbajo, sin llegar a hacer algo más al respecto.
Ante esa respuesta, y dejando que ella descansara su cabeza por sobre su hombro, su otro brazo musculado y firme rodearía su cadera para así apegarle a su costado, casi causando que una de las piernas de ella pasasen por sobre sus muslos, y de ese modo poniendo sus ojos acarminados en los de ella, y alzando su mano entrelazada entre los dedos de la propia, frotaría suavemente sus nudillos a lo largo de su suave tez, para susurrar con calma así. — ¿Qué piensas hacer con ese sentimiento, mi querida Princesa?

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Era evidente el magnetismo entre ambos, sin embargo, cada uno tendría sus propios temores para no dar un siguiente paso a lo que ocurría cada vez que ellos se encontraban solos. Por parte de Romine, posiblemente era la idea de no mostrar emociones fuera de orbita, y mucho menos hacer acciones atrevidas que pudieran poner en duda la seriedad del reino de Unther; aun así, la joven no podía evitar sentir un cosquilleo extraño invadiendo todo su ser con Jarrus cerca, pero su única respuesta ante ello fue asentir gentilmente a la respuesta del caballero, y recargar cuidadosamente su cabeza en el brazo del gran goliath. — Me alegra, saberlo, sir.Jarrus... —
Lo sería, y quizá por primera vez no tendré que visitarlos sólo. — Admitió el hombre de largos cabellos algo rizados, posando sus ojos acarminados en los de ella, sintiendo como esos pequeños dedos se entrelazaron con las propias falanges de gran tamaño, claramente causando que esa sensación se intensificara. A este punto de seguro aquellas energías cálidas y cosquilleantes viajarían a través del cuerpo de la chica, de seguro concentrándose en el centro de su pecho, esencia que Jarrus también podía sentir. Un lazo intenso se forjó entre las esencias espirituales y mágicas de ambos, para así posar sus ojos rojizos en los de ella. — Más que bien, mi querida princesa... Mucho mejor que bien.

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— ¿De verdad? Sería fantástico conocer cada uno de esos sitios. — Respondió de manera gentil, mientras le miraba fijamente, sin embargo, al sentir el tacto de su mano con la suya, esta no pudo evitar bajar la mirada hacia sus manos, y ruborizarse un poco por el atrevimiento del joven Goliath. — Estoy bien, Sir.Jarrus... — Musito aun con algo de vergüenza, mientras entrelazaba sus dedos con los de él, quien a pesar de tener una mano mucho más grande que la suya, podía realizar esta acción sin problemas. — ¿Y usted... se encuentra bien? — Pregunto en voz silenciosa, mientras le miraba aun un poco apenada.

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