— No, no deseo aprender toda la magia por mera ambición, y no, el hecho de ser la septima reencarnación de la Madre Mystryl no me hace sentir especial. La razón por la quiero alcanzar mis metas, la razón por la que deseo convertirme en la deidad que se supone debo ser... Es para proteger a este mundo, para proteger a mi reino, para protegerlos a ellos... ¡Es por eso que estoy luchando! —
Cerrando sus ojos por un instante, para así quizá generar un grato recuerdo de aquel instante; la chica alcanzo a escuchar su pregunta, y no hizo más que mostrar un gesto un tanto decaído, mientras entreabría sus ojos poco a poco. — Lo mismo que hago con el resto de mis sentimientos... — Expreso en un tono cabizbajo, sin llegar a hacer algo más al respecto.