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R1581860 · M
Por un momento, la petición de Nyoko se le antojó sumamente complicada de cumplir; no por falta de ganas, sino porque, ¿qué restaurante los aceptaría con una tropa de gatos en ristre? Frunció el ceño, aunque se apresuró a dedicarles una mirada a los gatitos con una sonrisa nerviosa en el rostro; la que un hombre pondría al conocer a sus suegros por primera vez, aunque sus intenciones no fuesen precisamente las mismas.

—¿Carmelo? Uh... Puedes decirle que no pienso meterte en la jaula. —Dijo, añadiendo un saludo con la mano hacia los mininos; no sabía cuánto de ello era por seguirle el juego a Nyoko, y cuánto era cierto, pero aún así seguía actuando como si los felinos lo estuvieran juzgando.

Fue entonces cuando una idea llegó a su mente. —¡Claro, el cat café! —Dijo, dándose un golpecito en la frente, como si se reprochara por no haberlo pensado antes. —Me parece perfecto —dijo, tras mirar nuevamente a Nyoko —; los llevaré a todos a comer. ¿Qué dices?
 
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