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R1581860 · M
—Siéntate.
Sí, era una orden; pero al menos tuvo la delicadeza de no ser grosero al lanzarla. Colocó la taza delante suyo, sin añadirle azúcar, ni siquiera una cucharada: para la clase de brebajes qué solía beber, el café no era más que agua con un poco de sabor. Pero sabía que para Maëlie no sería igual, y por ello empujó la azucarera hacia el frente, al menos suavizando la mirada mientras lo hacía.
—¿Hasta cuándo seguirás tratándome de «usted»? —Empezó, sin saber muy bien cómo abordar el tema.
Sí, era una orden; pero al menos tuvo la delicadeza de no ser grosero al lanzarla. Colocó la taza delante suyo, sin añadirle azúcar, ni siquiera una cucharada: para la clase de brebajes qué solía beber, el café no era más que agua con un poco de sabor. Pero sabía que para Maëlie no sería igual, y por ello empujó la azucarera hacia el frente, al menos suavizando la mirada mientras lo hacía.
—¿Hasta cuándo seguirás tratándome de «usted»? —Empezó, sin saber muy bien cómo abordar el tema.
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