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R1581860 · M
Alzó la mirada, buscando al punto esos enormes, preciosos ojos que tanta angustia reflejaban. Jamás había visto una chispa vivaz en ellos y, por increíble que sonara, eso le dolía de una forma que ni siquiera él mismo podía explicarse.

—Dime, Maëlie —continuó, sus pensamientos superponiéndose con sus palabras, y su voz volviéndose aún más calma en consecuencia; como si necesitara medir cada sílaba que estaba por decir —: ¿qué es lo que quieres?

Libertad. Y te la daré.
R1581860 · M
Una vez que consiguió saborizarlo, empujó la taza con delicadeza hacia el hada, antes de llevarse la suya a los labios y tomar un largo sorbo que quizá serviría para darse valor; aunque para ello habría sido mejor que tuviese un toque del licor que llevaba en una petaca colgando a su costado.

El tintineo de la taza sobre el plato se hizo oír antes que la voz de Richard; y cuando por fin sucedió, parecía aún más grave que antes. Quizá sería la primera vez que Maëlie lo veía así.

—¿Y si quisiera que siguieras tus deseos y no los míos, Maëlie?

Rara vez la llamaba por su nombre. Solía usar desde apodos cariñosos —incluso con cierto toque de picardía— hasta ligeramente burlones cuando se dirigía a ella; pero que lo usara, dejaba en claro la importancia de la situación.

—Sé que estás agradecida conmigo, y que por ello me ayudas. Pero también sé que no es aquí donde quieres estar.

Es mejor así. No tiene por qué sufrir.
R1581860 · M
—Si te parece privilegiado romperme el lomo para ingratos que jamás sabrán quién los salvó...

Sarcasmo, ironía: sus zonas de confort, a las que recurría siempre que se veía en una conversación incómoda. No era culpa de Maëlie, por supuesto; pero, al tener que ver con ella, le estaba costando encontrar las palabras para decirlo. Más porque no era algo que él deseara o hubiera buscado.

Alzó la mirada de la taza, seguro de que el líquido ya tendría una temperatura adecuada para que la chica pudiese beberlo; pero antes de devolvérselo, hurgó en su chaqueta, como si buscara algo que había olvidado que traía, y extrajo un pequeño frasquito del que vertió unas cuantas gotas en el café, a plena vista de Maëlie: no quería hacerla pensar que estaba por drogarla o algo así. Aunque quizá su precaución salió sobrando cuando el aroma de la canela inundó el ambiente, dejando bastante claro qué era aquel extra recién añadido.
Maelie · F
Era consciente de que Richard era una persona diferente a las que ya se había topado antes. Él la había salvado y siempre había sido amable con ella —prueba fehaciente de ello era que estaba intentando enfriarle la bebida para que no se quemara—, pero a veces no lograba comprenderlo. El hombre era un enigma a sus ojos.

—Pero tiene una posición privilegiada y yo no, ¿no es así? De donde yo vengo la formalidad es importante... —poco a poco su tono se tornó melancólico.

Rememorar el reino de las hadas, a su gente y sus costumbres le dolía en lo más profundo del pecho. Ansiaba volver a esos días de tranquilidad y risas entre la naturaleza. Quería volver, aunque sabía que ya no podía hacerlo.

Suspiró y bajó un poco la mirada antes de recordar que tenía que responderle a Richard.

—Me esforzaré por seguir sus deseos entonces. De verdad. Digo, tus deseos... Ah.
R1581860 · M
A veces parecía olvidar lo poco habituada que Maëlie estaba a los usos y costumbres humanos, pero ella se lo recordaba con actos tan pequeños como buscar que él le explicara los pormenores de cosas que para él eran bastante obvias.

—Caliente. —Dijo, recordando los problemas del hada para percibir temperaturas; por lo que recobró la segunda taza y empezó a agitarla con la cuchara, aprovechando para desviar la mirada e intentar hacerla sentir un poco menos incómoda.

—Sabes que no me agrada que me trates con tanta formalidad. —Suspiró, a sabiendas de que estaba yéndose por las ramas. Desde que la rescató de aquella red de traficantes, siempre supo que tarde o temprano tendría que dejarla ir. Pero no esperaba que fuese tan pronto. Y por ello, no sabía qué decir.
Maelie · F
Maëlie suspiró porque con esa orden le sería imposible tirar el café por el drenaje a escondidas. Tomó asiento y colocó la taza frente a ella, imitándolo; empero, no prestó atención a la azucarera que él amablemente le ofreció, sino que quiso dejar que la bebida se enfriara primero. Las hadas no eran capaces de sentir el frío ni el calor, por ello le era difícil saber cuándo beber y si era demasiado pronto como para quemarse.

—Soy su empleada, usted es algo así como mi jefe... ¿No es natural que lo llame de ese modo? —Ladeó la cabeza levemente con una clara expresión de duda marcada en su rostro. Esperaba no haber estado siendo grosera. Las normas humanas eran difíciles.
R1581860 · M
—Siéntate.

Sí, era una orden; pero al menos tuvo la delicadeza de no ser grosero al lanzarla. Colocó la taza delante suyo, sin añadirle azúcar, ni siquiera una cucharada: para la clase de brebajes qué solía beber, el café no era más que agua con un poco de sabor. Pero sabía que para Maëlie no sería igual, y por ello empujó la azucarera hacia el frente, al menos suavizando la mirada mientras lo hacía.

—¿Hasta cuándo seguirás tratándome de «usted»? —Empezó, sin saber muy bien cómo abordar el tema.
Maelie · F
Maëllie hizo una mueca; no le creía nada porque lo conocía ya lo suficiente como para saber que sus frases cortas eran eso: tajantes expresiones de un "no quiero hablar". No obstante, se quedó callada y acató la orden al darse la vuelta y dirigirse a la cafetera.

Los aparatos de los humanos eran extraños y aún no terminaba de acostumbrarse del todo a ellos, pero hizo lo que le pidió y volvió pronto con ambas tazas llenas. Aunque ella odiara ese brebaje sabor a calcetín.

—Tome —Le ofreció la suya y sonrió a medias—. Si necesita algo más, avíseme.
R1581860 · M
Terminó de quitarse la corbata, dejándola caer al suelo sin ceremonia. Todo, sin dejar de mirar a la nerviosa muchacha.

—Mal día. —Dijo, simplemente; aunque tenía varios otros pensamientos en mente, a cual más lúgubre. —Tráeme un café, y sírvete uno también. ¿Quieres?
Maelie · F
—No es eso —desvió la mirada y tomó una larga bocanada de aire—. Es que sé que no soy tan buena en las tareas que me encomienda. Pero, entonces, ¿por qué me mira así?

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