—Oh, vamos. Lass aventuras siempre son bienvenidas. —No pareció molestarse por el trato casi maternal al que era sujeto; por el contrario, le pareció un cambio divertido, por lo que se prestó al juego, dejándose guiar sin reparos. —Perderse no es tan malo como suena. —Añadió, apresurando un poco el paso para igualar el ritmo de su acompañante.

—¿A dónde piensas llevarme?

—¿No temes que trace un laberinto? — le toma suave de la mano como si tratara con un pequeño. —No te sueltes por qué solo yo sabré el camino de regreso.—

Emocionada guiño un ojo y encamino la ruta de ambos con un paso un poco más activo.

—Me parece. ¿Guías el camino?

—Perdámonos juntos.—

Tras dar un sorbo al capuccino, aceptó, asintiendo brevemente. —¡Claro! Aunque no voy a ninguna parte en específico.

—De acuerdo, pero fue divertido observsrse y que no te dieras cuenta. ¿Puedo acompañarte?

—Uh... —Se le veía avergonzado: una emoción que rara vez mostraba. Soltó una breve risita nerviosa, antes de aceptar el capuccino. —¿En serio? Caray... Sí que venía distraído. La próxima vez simplemente puedes saludarme...

—Vengo a tu lado desde hace dos cuadras. — le ofrece su vasito de capuchino caliente.

—¿Hm? ¡Oh, no te había visto! Nada importante, te lo aseguro; la vida adulta.

Tan sumergido en tus pensamientos. ¿Qué te tiene así?