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Movió la cabeza, sin asentir o negar; en ese momento sus ideas daban demasiadas vueltas, tanto que no podía siquiera hilar una frase coherente... ¿qué la había llevado a eso, en primer lugar? ¿Aless? ¿Qué había pasado con él?

—Aire. —Dijo. Y sin esperar o hacerle caso al hombre, se levantó de la cama y, balanceádose, fue a abrir la puerta corrediza del balcón. —Aire. —Dijo, mientras salía y se asomaba por éste.
R1581860 · M
Verla razonar era todo un espectáculo, tan aparentemente sencillo pero complicado a la vez. Pero si algo le quedó claro, es que ella no estaba en sus cinco sentidos: la veía desconectada, quizá a propósito, y eso lo hizo preocuparse aún más. «Aless», la oyó decir; y tuvo que hacer memoria para identificar ese nombre con un rostro y, sobre todo, para entender por qué Angie se había visto movida a llegar hasta tal punto de inconsciencia.

—Entonces, quizá será mejor que no pienses en ello. —Respondió, antes de levantarse de la cama, mientras trataba de esbozar una sonrisa tranquilizadora; ni qué decir que falló estrepitosamente. —Sé buena chica y quédate aquí, ¿quieres? Iré por un poco de agua. La necesitas.
—Si esto no pasó, no entiendo por qué sería incómodo. Tampoco si es que voy olvidarlo. Sería bueno olvidarlo.

Desvió la mirada unos momentos, aún balanceandose un poco a pesar de estar sentada en... ¿La cama? Volvió a verlo, para corroborar si había cambiado algo; estaba tan drogada en ese momento, que era incapaz de sentir la tristeza que tuvo horas antes. Debió funcionar, todo aquello que se tomó para ya no sentir.

—No lo recuerdo. —Se llevó la mano al mentón. —Se que tenía que ver con Aless. Pero no recuerdo que fue. Debió ser malo. —Sonrió de medio lado, un poco insípida.
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Para quien no lo conociese bien, sería extraño verlo solícito, tan cuidadoso y, sobre todo, tan falto de segundas intenciones; pero en ese preciso momento Richard mostraba una faceta suya escondida tras capas de sarcasmo, lujuria y hedonismo: la del amigo sincero. Por ello, se aseguró de que la joven se hallase segura en el lecho, cómoda y a salvo; incluso acomodándole la almohada antes de sentarse en el filo del colchón para vigilarla de reojo.

—Supongo que será porque soy el menos indicado para esto. —Respondió, sin poder evitar mirarla con cierta inquietud, mientras le apartaba los cabellos del rostro con delicadeza. —Mañana seguramente te olvidarás de todo esto, y nos evitaremos una conversación muy incómoda.

Hizo una pausa, antes de atreverse a preguntar. —Ay, cariño... ¿Qué te tiene así?
Le hubiera gritado normalmente, pero no lo hizo; estaba demasiado fuera de si como para reclamar, enojarse, etc. Aún dudaba que estuviera pasando.

—Tal vez solo te imagino por culpa de lo que ví. —Dijo, dócil, casi indiferente. —Heh, no entiendo por qué tenías que ser tu. Que extraño.
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Meneó la cabeza, comprobando lo que ya se imaginaba; y, sin decir palabra, tomó a la joven en brazos, levantándola sin el menor esfuerzo.

—Sí, Angie. Soy muy real. —Dijo, aún sin sonreír.

Rara vez podría vérsele así, incluso hasta lejano de su carácter habitual; pero es que aquella mujer se había ganado su aprecio incondicional, y por ello se comportaría de manera tan distinta con ella. Llevándola en vilo, buscó la cama con la mirada, para llevarla sin demora a ella.
—Mis medicinas normales. —Susurró. De pronto, tuvo la sensación de que estaba imaginando la situación. Apestosos los párpados y movió la cabeza. —¿Si estás aquí...?
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Ni siquiera sonrió. Él, quien siempre tenía una media sonrisa, una palabra sarcástica, se limitó a mirarla, consternado; incluso alguien como él podría darse cuenta de que algo andaba mal. —Tres cervezas, ¿y qué más? —Preguntó, sin quitar el dedo del renglón ni soltarla; temeroso de que ella cayese tras dejarla ir.
—Claro que la tiene. Estás en mi closet de utilería. —Torció un poco los labios, pero le permitió tocarla, algo extraño. —Solo tomé tres cervezas. —No era mentira. Pero estaba demasiado medicada para decirle todo con coherencia.
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—Uh... Eso no tiene importancia. —Enarcó la ceja, visiblemente preocupado por el estado de su compañera; no tardando en acercársele para tomarle el rostro por las mejillas. —¿Has estado bebiendo?

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