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R1581860 · M
Podía sentirla, como una brisa cálida e inquietante que lo golpeara de pronto; quizá era por ese lazo tan inusual que compartían, pero ella jamás conseguiría tomarlo por sorpresa. Aunque sospechaba que eso no le importaba en absoluto.
Richard sonrió, apartándose el cigarrillo de los labios para exhalar el humo. Alzó el rostro, dejándolo escapar al aire nocturno; pues, si bien seguramente su ropa estaría impregnada del olor del tabaco, no por eso sería tan descortés como para golpear el rostro de Anna con éste. Un suspiro, una sonrisa; y pronto volvió la faz hacia ella para hablarle, por fin.
—¿Por qué habría de perderlos? Este es uno de los pocos placeres que nuestro Señor no nos prohíbe. Curioso; porque es uno de los que más personas mata. —Con ella no tenía que fingir: se mostraba tan franco, hasta hereje, porque sabía que el hábito de religiosa no era más que un disfraz, piel de oveja para una loba que era muy capaz de devorarlo si se lo proponía.
Richard sonrió, apartándose el cigarrillo de los labios para exhalar el humo. Alzó el rostro, dejándolo escapar al aire nocturno; pues, si bien seguramente su ropa estaría impregnada del olor del tabaco, no por eso sería tan descortés como para golpear el rostro de Anna con éste. Un suspiro, una sonrisa; y pronto volvió la faz hacia ella para hablarle, por fin.
—¿Por qué habría de perderlos? Este es uno de los pocos placeres que nuestro Señor no nos prohíbe. Curioso; porque es uno de los que más personas mata. —Con ella no tenía que fingir: se mostraba tan franco, hasta hereje, porque sabía que el hábito de religiosa no era más que un disfraz, piel de oveja para una loba que era muy capaz de devorarlo si se lo proponía.
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