— ¿Qué? Unos desgraciados, yo que pensaba sacarte parte de la ganancia que pudiste hacer por eso, no hago nada de gratis. —Refunfuñó. Era mitad mentira, mitad verdad. Si le gustaba la idea de recibir parte de la recompensa porque los golpes no fueron demasiado agradables, pero ahora tenía a alguien más en la lista de personas que merecían conservar la cabeza porque se encargaban de divertirla.— Ves, después no te quejes de que no te quiero ayudar a hacer ejercicio. Además, ni que verte sudando fuera tan bueno. —Dijo al verlo moverse, pero ella se quedó en el lugar, cualquier persona con sentido común sabía que no era buena idea dejarla sin supervision en un sitio donde existieran cosas que se podían romper o que fueran importantes y ella no iba desaprovechar esa oportunidad.