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SsS1577545 · M
—¿Palacio? —cuestionó con una sonrisa divertida en los labios, para él aquello no era más que una casa normal y corriente, peor aún porque la había tenido que construir solo y con las limitaciones propias de alguien que no sabe nada sobre construcciones— Es una suerte que esto no se caiga a pedazos cada vez que abro la puerta—se deslizó de la cocina hasta la mesa ubicada en medio de la sala y colocó ambos cuencos ahí. Los truenos que anunciaban una inminente tormenta aparecieron y Merle frunció el ceño, como lo sospechaba no habría más observación para él ese día —. Cuéntame, Ragnell, ¿qué ha sido de ti desde la última vez? —tomó asiento frente a ella y esperó a que empezará a comer para seguirla.
R1572215 · F
— Cualquier clase de carne es bienvenida para mi paladar... pero el conejo me gusta mucho — La choza de Merle era abismalmente distinta a lo que ella conoce como hogar. Las casas de su pueblo eran pequeñas, de madera, dejaban espacio a la intemperie para que los Draconia pudiesen andar en su forma natural. La morada del mago le pareció una mansión colosal.

— ¿Todo este palacio es para ti, Merle? — Se acercó a una silla, dejando a un costado sobre el piso, sus flechas y arco.
SsS1577545 · M
Las palabras de Ragnell cayeron en oídos sordos por suerte para el héroe caído, ya que la mera idea de que no existiese otro ser capaz de cumplir el trabajo que él había dejado a medias lo aterraba. Entró detrás de Ragnell, cerrando la puerta apenas se sacó la gabardina; el sitio contaba con dos pisos y era bastante grande como para resguardar en su interior la infinidad de libros y artefactos que Merle había recolectado a lo largo de su estadía en ese lugar. —Toma asiento donde quieras, iré por los cuencos de comida. ¿Te gustaba el caldo con carne de conejo? —se adelantó a la cocina y comenzó a servir el alimento que aún conservaba su calor.
R1572215 · F
— Ese héroe — Su vista recorrió con calma el bosque, y el piso para evitar caídas — ¿Estás seguro de que vendrá, Merle? Desde que te conozco, aguardas por la llegada de un nuevo salvador... ¿Qué te asegura que...— Inconclusas quedaron sus palabras, ya que su mirada pasó al buho. Ella, por su naturaleza, era fácil de reconocer ante la mirada de otros animales. No le extrañó que el buho me clavase la mirada con tal intensidad.

— Qué tal — Asintió antes de adentrarse a la morada, donde dejó caer los retazos de madera. Los recuerdos de su hogar acechaban su mente, otra vez.
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—No exactamente y me estoy quedando corto de suministros —se llevó la diestra hasta la nuca y removió sus cabellos, pensar en eso le daba dolor de cabeza, en más de una ocasión estuvieron a punto de descubrirlo en sus incursiones—, pero lo importante es que he avanzado, algo. Tendré todo listo para el siguiente héroe que venga a este mundo y él o ella, definitivamente, los salvará.

Una vez llegaron a la entrada de su cabaña, el búho que siempre lo acompañaba los recibió volando hasta el hombro de Merle. —Amigo, he vuelto y con un rostro conocido —el búho se limitó a mirar a Ragnell con desconcierto y la puerta se abrió en cuanto Merle la empujó un poco.
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— Es fácil para los de mi especie. Siempre alertas, anticipando las intenciones ajenas... — Una punzada de melancolía se expandió por su pecho. ¿Sus hermanos la extrañarían? A pesar de que sus demostraciones de afecto se basaban en golpes, empujones y competencias, era innegable la falta que le hacían. Valerse por sí misma le era posible, pero no era igual de divertido.

— Podré conseguir más, aunque no me harán tanta falta. Puedo generar calor. — Sonrió con orgullo; el pecho se le hinchó de aquella sensación y, sin más, siguió al hombre.

— ¿Hallaste algo nuevo? —
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—Sigues siendo toda una experta en leerme —aquello fue entre una queja y una verdad a medias, Ragnell solamente era más observadora que la mayoría y él solía bajar la guardia cuando de viejos amigos se trataba—. Entonces, vayamos. Puedes traer tu madera, parece que va a llover y no quisiera que lidiaras con troncos mojados después —se guardó la pluma en la gabardina y empezó a andar rumbo a su cabaña sin ofrecerle ayuda a la dragona, más no por falta de caballerosidad, sino porque sabía bien que ella la rechazaría.
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— No quisiera ser una molestia — Agarró con firmeza la madera. Por costumbres de su pueblo y la brusquedad con la que creció, Ragnell solía ser distante. — Pero si lo que necesitas es compañía... puedo ir un momento — Asintió, sin inmutar el gesto estoico en su rostro.
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—No es así... —la frase quedó al aire en cuanto la mirada del varón reparó en la madera que Ragnell llevaba bajo el brazo. Merle había conocido a la dragona en antaño, cuando recién había aparecido en ese extraño mundo y las personas lo alababan; también era ella una de las pocas personas que sabían que él seguía con vida, bajo otro nombre y con otra vocación. —Estaba por ir a cenar. ¿Por qué no me acompañas? Me excedí en la comida que preparé. Una mala costumbre... —Las palabras agridulces cambiaron su semblante pues le regresaron recuerdos de un equipo que no existía más.
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— Merle. Buscaba el camino de regreso a casa — Los días se volvieron meses, y la nostalgia acrecentó. Llevaba en brazos unos cuantos trozos de madera para hacer fogata cuando llegara la noche. — ¿He invadido tu territorio? —

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