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R1569717 · M
Calor. Una sensación agradable que se extendió por todo su cuerpo, cansado de los viajes y las batallas constantes: una espada sin dueño debe probarse a sí misma en toda oportunidad, y por ello jamás había dejado de blandir la suya en busca de un solaz que halló no en la sangre y el acero, sino en las manos de una mujer. Aquel tímido atisbo de sonrisa se vio alimentado por las caricias de Ahri; las que, juguetonas, le hicieron creer por un momento que ella aceptaría su ofrecimiento, permitiéndole quedarse; aunque tal creencia probó ser un craso error.
De esa calma aparente, vio caer sus esperanzas al oírla bajar el tono, convirtiendo lo que parecía un bálsamo a sus heridas en una cruel vuelta a la realidad. Claro, ¿cómo podría una mujer como aquella aceptarlo a él, espectro de su antigua gloria, triste marioneta de una historia que había alcanzado su final años atrás? Pero algo dentro de él se rebeló, quizá la misma llama que lo había empujado a ofrecerse a los pies [...]
De esa calma aparente, vio caer sus esperanzas al oírla bajar el tono, convirtiendo lo que parecía un bálsamo a sus heridas en una cruel vuelta a la realidad. Claro, ¿cómo podría una mujer como aquella aceptarlo a él, espectro de su antigua gloria, triste marioneta de una historia que había alcanzado su final años atrás? Pero algo dentro de él se rebeló, quizá la misma llama que lo había empujado a ofrecerse a los pies [...]
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