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R1569717 · M
hizo oír en su voz grave, casi suplicante, con una sencilla, mas terminante pregunta.

¿Y tú, huirás de mí?
R1569717 · M
facciones perfectas de su compañera, definiéndolas con el lento, cuidadoso pasar de su mano áspera. Todo, sin dejar de desafiar al destino, de verlo a los ojos con devoción infinita; pues su destino estaba en ella.

Ahri. —Dijo, con una seriedad que no admitiría réplica. —Me has elegido, como yo a ti, sin saberlo; pero ahora te pertenezco. Toda mi vida he huido. Hoy no voy a hacerlo.

Cada palabra suya fue lanzada en un susurro que fue bajando de volumen a medida que se acercaba más a ella; hasta que los sonidos de la noche amenazaron con opacar su voz, aunque sabía que ésta retumbaría en lo más profundo de Ahri. Para cuando hubo dicho lo último, se hallaba tan peligrosamente cerca de ella, que podía sentir el aliento de la joven mezclándose con el suyo; y esas ansias mutuas que ambos habían querido ocultar, pero que bullían en el corazón de ambos, clamando por salir. Así que solo faltaba una sola pregunta, una cuestión por resolver; la que Raijin [..
R1569717 · M
de aquella mujer; a la que no podría dejar ir sin al menos un intento de mantenerla a su lado, llevado por el ardor en su pecho y el latir de su corazón.

Elijo mi camino. —Usó esas mismas palabras con el fin de mostrar su tesón, y la firmeza de su decisión; la misma que demostró al seguir a Ahri cuando ésta se apartó, su mirada fija en el precioso rostro de la Vesani, mientras que el suyo translucía una voluntad sin límites, libre de la incertidumbre que lo había reducido a añicos antes; pero ya no más. —Y mi camino me trajo a ti. Los dioses obran de maneras misteriosas, y no voy a cuestionarlos esta vez.

Fue él quien esta vez tomó la iniciativa, viril y dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias: si habría de arder en la hoguera, sería por elección, atraído sin remedio a Ahri cual polilla a la luz. Adelantó una mano, haciéndose con la ajena por la muñeca y sin admitir réplica; mientras que la otra, su diestra, se apresuró a acunar las [...]
R1569717 · M
Calor. Una sensación agradable que se extendió por todo su cuerpo, cansado de los viajes y las batallas constantes: una espada sin dueño debe probarse a sí misma en toda oportunidad, y por ello jamás había dejado de blandir la suya en busca de un solaz que halló no en la sangre y el acero, sino en las manos de una mujer. Aquel tímido atisbo de sonrisa se vio alimentado por las caricias de Ahri; las que, juguetonas, le hicieron creer por un momento que ella aceptaría su ofrecimiento, permitiéndole quedarse; aunque tal creencia probó ser un craso error.

De esa calma aparente, vio caer sus esperanzas al oírla bajar el tono, convirtiendo lo que parecía un bálsamo a sus heridas en una cruel vuelta a la realidad. Claro, ¿cómo podría una mujer como aquella aceptarlo a él, espectro de su antigua gloria, triste marioneta de una historia que había alcanzado su final años atrás? Pero algo dentro de él se rebeló, quizá la misma llama que lo había empujado a ofrecerse a los pies [...]
A1575433 · F
ni siquiera la culpa. Volvía a quedarse en silencio una vez más a medida que sus pasos la apartan un poco de él, intentando simular ese mal sabor de boca que ella misma se dejó. —Eres libre de elegir tu camino, Raijin.
A1575433 · F
incordiarlo. —nunca olvides quién eres ahora. Que tu pasado no defina tu futuro; Por favor, recuerda... —volvía a pausar entre un suspiro que parece más haberla dejado sin aliento. Sus ojos se mantienen donde los del samurái, silente; el único ruido era el de la naturaleza que los rodea, y claro, el de la fogata crepitar.

—No tengo por qué aceptarte —acotó enseguida de manera que su mano comienza a apartarse de su rostro—, ya te había elegido antes de saberlo —pese a la timidez que en sus palabras alberga a la hora de pronunciarse, no logra apartar sus ojos de Raijin, evidenciando tras de sí ese descontrol de sentimientos que parecía casi salirle del pecho, provocando que sus manos se alejen totalmente del solitario espadachín como de la mano que antes sujetaba para él. Baja la mirada a medida que relame sus labios, aunque con algo de culpa; en el fondo sabe precisamente por qué había elegido al samurái en primer lugar. No era algo que pudiese controlar del todo, (+)
A1575433 · F
En su rostro pudo observarse la oleada de emociones que golpean su pecho y su mente; las sonrisas que iban y venían ocasionalmente, acompañadas del silencio que se siembra en ella como producto de la sorpresa que las palabras de Raijin generan; estupefacta y con la mano sobre su pecho, sobre su corazón, es que la vulpina decide mover ascendiente la palma de su mano y colorarla justo debajo de su rostro, en el mentón. Caricias surgieron entonces, y tras ellas, una sonrisa tenue que iba dibujándose paulatina entre sus labios.

Deslizó sus dedos hacia la mejilla correspondiente, finalmente respondiendo tras ese último momento de silencio. —El cambio es bueno; nos ayuda a mejorar siempre y cuando así nosotros lo busquemos, lo necesitemos. Tú no eres ese hombre que solías ser antaño; eres mejor que eso. Por favor —pausó un momento, recorriendo sus rasgos toscos y afilados, hundiendo los dedos un poco en la cabellera sujeta, sin el afán de (+)
R1569717 · M
Sin pensarlo, sus manos apretaron suavemente las ajenas; y ese exquisito contraste entre la bastedad de su piel encallecida y la sedosa textura de la ajena, lo hizo concentrarse, reconocer que ese era su lugar: protegiendo a aquella mujer hasta la muerte, mientras que blandía su katana para honrarla con cada una de sus hazañas. Respiró profundo, antes de continuar.

No soy más que una sombra de lo que fui; pero también soy la promesa de lo que seré. Y es eso, Ahri, lo que te ofrezco y pongo a tus pies: una posibilidad , la determinación de ser aquel que pueda protegerte y acompañarte hasta el final.

Hizo una última pausa, antes de preguntar: —Diosa mía... ¿Me aceptarás?
R1569717 · M
el resto. Más allá de la gratitud, de la recién encontrada resolución que su compañera había hecho nacer en él, estaba la semilla de un amor sincero, abnegado; uno que solamente un hombre como Raijin podía albergar: quizá llano, pero profundo, y capaz de cualquier cosa por proteger a la mujer amada. Esa era Ahri, por supuesto; pero el zafio varón, quien solo conocía las caricias del acero, apenas y encontraba las palabras para expresarlo; prefiriendo, en vez de ello, demostrar lo que sentía con la aspereza de sus manos, y la franqueza de su mirar: las primeras atrapando las ajenas contra su pecho, y el segundo sirviendo como preámbulo a su grave voz, anunciando la gravedad de sus ideas antes de permitirse exponerlas.

No tenías una razón para quedarte, pero lo hiciste; y en ti encontré mi salvación. Esos trozos que has recogido ahora te pertenecen; como yo lo hago también. Mi senda, la que habré de labrar con estas indignas manos, me llevará a ti.
R1569717 · M
Por segunda vez, el guerrero se quedó sin palabras; no solo sorprendido por la franqueza y candidez de Ahri, sino comprendiendo al punto que ambos eran dos almas dispares que se encontraron por una casualidad que solo podía calificar como divina; pues él, espectro del gran hombre que alguna vez fue, y ella, guía de aquellos que cruzan a las tierras sombrías, pocas oportunidades tenían de conocerse y, sobre todo, de sanarse mutuamente. Pero el milagro sucedió, y ahora la tenía tan cerca, que le parecía sentir los latidos de la Vesani en los suyos, cual si compartiesen un solo corazón; uno conformado por los fragmentos que Ahri había recogido para insuflarles una vida nueva que Raijin ya no buscaba, pero que le era regalada con una generosidad que, ciertamente, no sabía cómo compensar; y de ahí su ofrecimiento de poner su destino a los pies de la Vesani.

Pero ni siquiera él, sumergido en la nostalgia, podría ignorar ese sentimiento creciente, pero que amenazaba con opacar a todo [...]

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