–Con gracia, el quimérico daría un giro conforme sus pisadas se adelantaron para así reposicionarse frente a su acompañante y en una rápida actuación, le arrebataría la rosa yacente entre sus manos, aprovechando la gran distracción por la que sus destacados colores venían seduciendo a la fémina. De inmediato, estrujó la superficie de sus pétalos entre los dedos y como si de una simple ilusión se hubiese tratado, la flor se desvanecería entre pequeños destellos, un evento que no le tomaría ni 2 segundos en ejecutar, con una acentuada sonrisa entre sus labios.–
•La hermosa mujer zorro caminaría con la fina elegancia que siempre la adornaba. No vivía enteramente en ser la más hermosa; eso ya era algo que todo hombre le recordaba siempre, así que la ofensa del vastayo le había calado en el alma (?) No obstante al percibir que este le seguía, la kumiho giraría un poco el cuerpo para verlo. Sus inquietas colas se menearian, esperando estás ansiosas por algún ataque o algo (?). Así que ver la risa tan hermosa en las manos del hombre ave [?] Está giraría por completo observando maravillada•
... •Sin decir ni confirmar nada, tomaría de la Rosa entre sus finos dedos y la observaría impresionada por los brillantes colores.•
–Se detuvo a meditar por unos segundos la reacción que habría dado a conocer su opuesta, lo que pronto le llevaría a plasmar una sonrisa y dispuesto a encaminarse por detrás, adelantó su diestra, misma que no tardaría en emanar un aura radiante que envolvía aquella extremidad. Sus falanges ejercieron breve ademán de sujetar algo que hasta el momento yacía inexistente, pero que con el súbito chasquido de sus dedos, toda esa magia concentrada en la palma de su mano se convertiría en una deslumbrante flor, específicamente una rosa de colores muy vivos. Aquella diestra del vastayo permaneció extendida a un lado de la kumiho, esperando que recibiese el detalle para indicar, algo presumido.–
