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Qzlcl · M
Bajó las manos, siendo calmado por la atención que le proporcionaba Coatlicue. En sus ojos aún brillaba la ira que sentía, no hacia los ahora cambiados mexicas, sino al responsable de su exilio. Deseaba sangre, su sangre, la del Espejo Humeante, pero no podía confesar eso.

— ¿Qué haremos con aquellos que no quieran cooperar? Me refiero a los dioses.
Clc1559838 · F
-Pese a la fuerza que su hermano imprimiera en el agarre de sus muñecas no se inmutó, podía sentir aquella irá y frustración, la madre de los dioses podía ver en Quetzalcóatl el dolor que su pueblo causaba en él, con tono maternal respondió usanco la diestra para acariciar la mejilla ajena-

Pero no es así, las cosas han pasado y cambiado y no podemos hacer más que seguir, mantener en vista nuestro objetivo.
Es verdad que nuestro pueblo perdió pureza, pero es nuestro deber amarlos y limpiar de su vida todo aquello que los ha contaminado.
Qzlcl · M
Conectó sus ojos con los ajenos, aquella hirviente ira aún presente en su ser. Reaccionando casi por instinto, le sujetó las muñecas de sus manos, apretando un poco. Iba a retirarla, pero alcanzó a percatarse de lo que hacía y relajar el agarre que tenía sobre la fémina.

— Si tan sólo yo gobernara y nunca hubiera sido expulsado, puede que los mexicas siguieran tan radiantes de pureza como antes. —
Clc1559838 · F
-La expresión en el rostro de su hermano le lleno de preocupación, se aproximó a el y llevando ambas manos al rostro ajeno le hizo mirarle- ¿Cuando la venganza nos da dado algo? Solo deja lágrimas y ríos de sangre ¿Acaso es lo que deseas?
Qzlcl · M
El hilo de pensamientos que en ese momento eran dueños de las acciones de Quetzalcóatl se arremolinaban en su mente con tanta fuerza que no midió las palabras que salieron de su boca ante la interrogante de su hermana.

— Venganza, hermanita. — Fue lo único que dijo mientras sus ojos relucían con furia.
Clc1559838 · F
¿Qué aflije tu alma, Quetzalcóatl?

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