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ZeroMichael · 31-35, M
La suerte de Zero


Finalmente, el guerrero dejó de caminar, levanto el rostro y observó con detenimiento la pequeña casa con techo de paja que se encontraba a su frente. Un letrero era lo único que lo distinguía de las viviendas que se encontraban en el pueblo, ya que, en perfecto español decía: Posada.

Los hombros le pesaban y el frio hacia que la armadura se sintiera incomoda, ya que la misma por el frio le quemara la piel, sin importar tuviera ropa debajo. La nieve le azotó la frente y oscilo su cabellera azabache con mechones albinos de un lado al otro. -Bueno, al menos podre quitarme esta pesada armadura- pensó tras unos pocos segundos, encaminándose a la puerta para tocarla con el puño unas tres veces. Una voz masculina se escuchó en el interior.

-¿Quien llama a mi puerta?- hizo la pregunta la persona que se encontraba dentro del lugar.

-Solo soy un aventurero. Vengo en busca de una cama caliente y algo para cenar y beber. En la mañana podré seguir mi camino. – respondió con rapidez el guerrero, ya que el frio le estaba pasando factura en el cuerpo.

Hubo un silencio sepulcral dentro de la posada. Solo se percibía el silbido del viento frio que arrasaba con todo a su paso y los aullidos de los feroces lobos que solo significaba una sola cosa. Al parecer habían encontrado una presa muy grande para cazar. Zero entonces dio gracias a los dioses de no ser la víctima.

-Bueno, está bien. - dijo el hombre dentro de la posada, quien abrió la puerta y dio paso a que Zero cruzara el umbral.
-Gracias. - respondió Zero, agradeciendo por la buena voluntad del posadero, ya que muchos son los que vienen con malas intenciones, como son bandidos en busca de robar las pocas cosas que tenían los campesinos.

El interior de la posada, estaba caliente. El olor a sopa se podía percibir en todo el lugar y por lo que podía apreciar, era quizás la única persona hospedada en ese sitio. -Creo que he tenido suerte. Soy el único en el lugar, ¿no? -

El posadero era un hombre de edad avanzada, quizá tenia entre unos 65 o 70 años de edad. Su mirada firme y seria, se posaron sobre el guerrero, como si intentara escudriñar sus intenciones. -No, la verdad no. Hay una mujer hospedada, pero ella no ha regresado. Le dije que no saliera, pero ella insistió- expresó el mayor, quien se notaba algo preocupado.

-Bueno, no es mi problema. Si esa mujer ha decidido hacerlo, ha sido por decisión propia. – menciona Zero, caminando entonces hasta una de las mesas en el interior. -Si no es molestia, me gustaría probar esa sopa que huele muy rico-
 
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