[...] [code]—Te va a fascinar, los humanos son un fabuloso caos irreversible.— Sonrio incluso con el corazón. Amaba la idea de presumir a sus humanos y mostrar cuán orgulloso estaba de aquellos que aún seguían sus enseñanzas. Así que ese fue el destino al final, comenzar con algo tan poderoso y simple: Chichén Itzá. Nada más perfecto que su hogar, donde los humanos veneraban y respetaban la cultura que se les había heredado.[/code]

[code]—Dime un dios que no sea como ellos...— recordó de inmediato su pasado, como fue engañado por sus propios hermanos y todo por un berrinche sobre mortales que ni siquiera regían. Tal vez lo había perdonado luego de tanto, pero si algo desconocía Quetzalcoatl, era que no sabía cómo olvidar. —Son prácticamente iguales.— con una voz firme terminó la idea, resignando todo a un suspiro tan largo y pesado como la serpiente en su cuello.

El ambiente cambió ante la petición, como una deidad que disfrutaba mezclarse con los hombres, aquello le producía genuina felicidad. Pronto su mente se inundó con todo lo que podría mostrarle del "nuevo mundo" pero la pregunta estaba presente en cada idea: ¿Que debería mostrarle primero?. Después de todo, la primera impresión era importante y más para un dios apático con los humanos como Yum Kaax.
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—Pueden pelear, defenderse, valerse por sí mismos, sí —asintió; respetaba profundamente a aquellos seres sobre los que regía, por supuesto que no iba a menospreciarlos con irrespeto e infantilización. Sin embargo, prosigió.

—Pero los mortales son mentirosos, traicioneros... No puedo quedarme tranquilo cerca de alguien que apuñala a su sangre sin miramientos. Sólo ellos recurren a eso —se cruzó de brazos, el alzar de su pecho haciéndolo lucir más firme, imponente. Quizás, en un intento de que quería proteger no solamente a las criaturas a las que se refería.

—Ah, pero en fin... Estoy muy desactualizado, ¿por qué no me muestras lo que han hecho con este mundo en mi ausencia?

[code]—Me divierten, es todo. — En el fondo se ocultaba algo, sus palabras se mezclaban entre la verdad y la mentira. No buscaba protegerlos ni destruirlos, pero sabía que eran parte esencial del equilibrio y no permitiría que eso se dañara sin un buen motivo.

La deidad se mostró de una manera más alegre, al punto de incluso de reír, claro que para esto tapo su boca con la diestra, no disfrutaba de verse tan extrovertida en cuanto a su sonrisa.

—¿Crees que los "otros" no podrían defenderse ante los humanos? Es cierto que son criaturas peligrosas, pero los animales tampoco están del todo indefensos. — esto último lo dijo acariciando la cabeza de la serpiente con su índice. [/code]

—Tienes en muy alta estima a los mortales —y aquella mirada por parte de la diosa correspondió, mas no era aquello con afán de confrontación. Era su manera particular de mostrar preocupación, y quizás parte del amargo sabor que los humanos le causaban. ¿Por qué negarse a los sacrificios? Era lo menos que merecían por sus afrentas, consideraba él.

Relajó también su semblante, tener la misma discusión con la que comunmente se enfrascaba con sus congéneres era infructuoso y cansino.

—No es necesario, ya hacen un buen trabajo destruyéndose entre sí. Sólo quiero asegurarme que no se lleven a otros de paso —por "otros", claramente, se refería a los seres de quienes era guardían. Ellos, claro, y Kukulkán, aunque lo último no iba a admitirlo abiertamente.

[code]—El que no acepte sacrificios no quiere decir que moriré de hambre... —Los ojos de la deidad se volvieron frívolos y retadores, no aceptaría verse débil por una nimiedad como la comida. —He aprendido a vivir sin ellos.

Calmo el ímpetu que mostró. Fuera de aquel momento, Quetzalcoatl no le tomó importancia a las miradas, ocasionalmente bajaba sus ojos con su serpiente para observar los siseos que tenía o simplemente para ver que estuviese cómoda.

—Entonces, los humanos por fin te colmaron... ¿Planeas algo contra ellos? — solo tras la pregunta final, la deidad vería a los ojos del contrario esperando la respuesta.

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Las caricias sobre el reptil detuvo por un breve lapso; un minúsculo, casi imperceptible bochorno vino y se fue en un parpadeo. Invisible para cualquiera, menos para ella.

—Tu alimentación es un motivo real —enunció, mirándole a los ojos tras inclinar su rostro, necesario dada la diferencia de estaturas.

—Pero sí, tengo uno en específico, el mismo de siempre. Los mortales y su eterna afrenta contra la naturaleza.

[code]—Y además haz vuelto cariñoso... — bromeó —Me alegra ver a uno de los nuestros nuevamente. Dime ¿Haz vuelto solo para saber si como más que cacao o tienes un motivo real?

La deidad bajo los brazos, su cabello quedó suelto y despeinado por el poco acomodo que le dio. Solo dejó espacio suficiente para que la serpiente albina pudiera acomodarse en su cuello como si de un collar se tratase. En cuanto a ella, se dio la vuelta para verle de frente, calmada y sonriente, ya esa parecía su única expresión.
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Su áspero semblante no se alteró, pero no por ello denotaba hostilidad. Le alegraba verla, y mientras ella lo supiera, estaba satisfecho. Se aproximó, acarició el mentón de la serpiente que acompañaba.

—Supongo que no podía quedarme aislado para siempre.

[code]—¿Kukulkán? Hacia mucho que no me llamaban así...— La deidad volteo ligeramente para ver a quien la había nombrado como en antaño. Fue tan de su agrado ver que era un dios de su panteón, que dibujo una sonrisa sobre su rostro. —Yum Kaax, ha pasado mucho tiempo.
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