— En serio no comprendo en realidad cómo es que posees toda esa seguridad de referirte a Su Majestad de aquella manera. ¿Acaso olvidas de que, si te descuidas o te confias demasiado, podría despojarte de todos los privilegios que posees actualmente, por ser un boca-floja? — Le advirtió el conde cruzado de brazos e ignorando el ofrecimiento del lobo militar para darle el resto del frasco de galletas. — Si sólo has venido para llevarle a Su Majestad bocadillos, ya puedes irte. Quiero terminarme mi té.
Se apartó del peliplateado para regresar a su mesa, para continuar tomando de su té. Detestaba muchísimo a los militares y su actitud tan poco educada y descuidada ante todo, por lo que sentía que no iba a perder más el tiempo charlando con el General Kant.
Al principio no comprendió por qué el enojo del menor más recordó la "atemorizante reputación" de su señor —Qiang...— Dijo con la boca aún llena, apresurandose un poco a tragar todo lo que tenía en su interior. —Ese gato no me hará daño... No tiene la energía necesaria para hacerlo, es demasiado flojo— Soltó seco y sin matiz únicamente para continuar engullendo las galletas faltantes que le quedaban que después de unos segundos desaparecieron de la faz de la tierra —Bueno... Te guarde una... ¿La quieres?—
El panda no entendió en un inicio que Kant tomara los frascos de galletas. Sin embargo, sus ojos se abrieron por completo y su ceño de frunció al máximo, cuando vio al lobo devorar todas esas galletas. Furioso, le arrebató todos esos frascos, creyendo que iba a poder salvar alguna de las galletas, pero había sido muy tarde.
— ¡¿Has enloquecido?! ¡Todo eso era del Rey! ¡Si se entera, va a desterrarte o peor, asesinarte!
Siguió al menor en silencio intrigado por sus acciones, admirando la pequeña y dulce mesa de bambú, sorprendiéndose de que el pelinegro no se la haya comido por el material de la que están hecha —Una linda mesa— Musitó para luego regresar su atención hacia los bocadillos —Mmm... Creo que al rey no le gustan las galletas...— Y al decir eso tomó despreocupadamente todas las galletas y las devoró de un solo bocado —Mmm... Mejor digamos que solo había bocadillos...—
— Has venido en el lugar correcto. El líder de los cocineros tuvo que irse a causa de que se sentía muy mal por altas fiebres. — El joven conde se puso de pie en donde se encontraba sentado, dejando sobre la mesa la taza de té de hojas de bambú.
Caminó hasta quedar frente a una credenza alta y antigua, en donde estaban algunos bocadillos especiales para el Rey, en caso de emergencias. Habían frascos de galletas y botanas a base de carne.
—Nada realmente — No quería admitir que se distrajo observando el pelaje del menor— Bueno si... Estaba buscando algo para que comiera el rey pero... No he encontrado nada adecuado—
— ¿Uh? General Kant... — El conde giró su rostro hacia la dirección en que se encontraba el lobo, mirándole con aquella expresión de eterna tranquilidad. — ¿Ocurre algo?
