— Ara... ¿Me veo bien, líder? —en su intento por hacer nuevas pociones, y descubrir los secretos de ciertos extraños ingredientes, se vio transformada en su versión adolescente sin que ella así lo quisiese. La única ropa que le quedaba era aquella. Ahora tenía la misma edad que su ama.
Patético. No por ella, por él. Y, justo como su hermano había dicho, avanzó y afrontó esas dudas nacientes en su pecho. La cercanía le permitió abalanzar sus labios a los contrario y ofrecer una unión diferente; un enlace más personal que desvanecería toda inseguridad.
El beso fue efímero, como una simple ventisca que roza los labios en el ocaso. Breve, gélido y reconfortante.
